COLUMNA INVITADA

¿Hasta dónde llegas por alguien?

El filósofo francés Voltaire escribía en su Diccionario filosófico(mediados del siglo diecisiete) 

OPINIÓN

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Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

El filósofo francés Voltaire escribía en su Diccionario filosófico(mediados del siglo diecisiete) que “una vez que el fanatismo ha gangrenado un cerebro, es casi incurable la enfermedad”. En ese entonces el pensador realizaba una crítica dirigida a la religión, ya que él mismo definía el fanatismo como “el efecto de una conciencia falsa que somete la religión a los caprichos de la fantasía y al desorden de las pasiones”. En la actualidad tal concepto no está restringido al campo de las religiones, a tal punto de que se podría argumentar la presencia de una gran cantidad de fanatismos para varias cosas. 

Su existencia en diversos ámbitos en el siglo XXI presenta muchas interrogantes sobre el lugar actual de la sociedad humana. Y todo debería resumirse a una sola pregunta: ¿Por qué? En el caso de la política, tópico de interés en este texto, la constante adoración y defensa que se tiene alrededor de los protagonistas de esta ciencia del poder es una realidad difícil de admitir. Erróneamente, se hace una equivalencia entre el pasar del tiempo y la evolución cognitiva del ser humano, en el sentido de ver ciertos avances como indicadores de que se aproxima una mejor era. De todas formas, para muchos no se puede estar peor que antes. 

Al momento de entrar en el terreno de la política, la sociedad lesotorga su confianza a diversos individuos, pues, consideran que son los indicados para dicha labor. Estos líderes no necesariamente cuentan con las habilidades para gobernar, pero sí con las palabras y el carisma que atrae a la gente. Individuos que atrapan con su manera de ser, logrando así tener una base leal de seguidores que los defenderán hasta donde sus capacidades lo permitan. Estas personas “fanáticas” del político tienen, a su vez, diferentes razones para hacer la elección de seguir devotamente a alguien, sin importar cuantas veces se vean afectadas por el gobernante.

Aunque el fanatismo suela tener una connotación negativa debido a su contraste, abordado por varios filósofos, con la razón, esto no quiere decir que sea del todo malo para la sociedad. ¿Por qué alguien que sea fanático de la paz o de una causa justa sería contraproducente? En una población global tan dividida es difícil de saber y entre los elementos especializados en dividir se encuentra la política. Podrá ser que, al despegarse de la carga imaginaria depositada en un sujeto, así como la que él se adjudica, o en otros conceptos políticos (al final de carácter ilusorio), se pueda reconfigurar el fanatismo dentro de este espacio. Hablar de su eliminación resulta complicado, ya que todavía se sigue creyendo en la idea de lo perfecto, por más imperfecta que sea la humanidad.

POR IGNACIO ANAYA 

COLABORADOR 

MAAZ