COLUMNA INVITADA

El cambio que queremos

Hay muchos aspectos del modelo democrático liberal actual que son cuestionables y deben corregirse

OPINIÓN

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Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El filósofo griego Heráclito dijo alguna vez que en la vida lo único constante es el cambio y me parece que no hay forma de refutar esta idea. Todo ser u organismo viviente en el mundo que conocemos está sujeto a esa ley. Pero incluso los objetos inanimados o todo tipo de invención o creación humana también lo está.

Estamos comenzando un nuevo año y para muchos esto significa el inicio de un ciclo, para otros no significa nada, para unos cuantos más les representa un pesar tener que vivir 12 meses más y hay a quienes simplemente les da igual. Los finales y los inicios son parte de ese cambio constante en la vida, y se dan en nosotros y en lo que nos rodea: nos hacemos más viejos, nace gente nueva, las ciudades cambian, el planeta también. La economía se transforma, mejora, empeora, unos políticos se van, luego llegan otros.

Deteniéndome en esto último, qué curiosa es la política. Es una de las invenciones humanas, como el dinero, más fascinantes. También, por supuesto, siempre sujeta a los incesantes y caprichosos cambios del destino, de la naturaleza o de la voluntad humana si se quiere.

Propongo algo para ilustrar mi comentario:

Imaginemos por un momento que vivimos en la Francia de la Ilustración, en plena revolución, cuando el rey Luis XV es citado a comparecer y se le condena a muerte al igual que a su esposa María Antonieta. Si nos preguntarán hoy mismo en qué lugar nos habríamos sentado en esa asamblea, ¿qué responderíamos? La pregunta no es ociosa porque escudriña sobre los orígenes de dos posturas políticas, filosóficas, ideológicas, económicas y hasta morales que han determinado el rumbo de casi toda la humanidad desde hace más de 300 años.

Me refiero desde luego a los términos izquierda y derecha, que hoy atraviesan por un profundo proceso de cambio, uno que todavía no podemos dimensionar pero que ya está arrojando algunos resultados inquietantes. Quizá el que más debería preocuparnos es el del ascenso de líderes y grupos políticos nostálgicos del pasado fascista y autoritario, en el caso de Europa, y el de nostálgicos de una América que nunca fue en nuestro continente.

Pero el fenómeno no se circunscribe a estos dos territorios, sin embargo, por motivos de economía en este texto, voy a enfocarme en las democracias de Occidente, en su notorio desgaste y sobre todo, en su vulnerabilidad.

Las imágenes de un Reino Unido abandonando el mercado común europeo, cuando fueron ellos los autores intelectuales del innovador proyecto, las imágenes de un spot publicitario en donde un político español se copia el eslogan de “Make America Great Again” la retórica de políticos latinoamericanos anclada en un pasado de bronce que nunca existió, podrían ser solo anecdóticas, pero no lo son.

Todos estos, y hay muchos más, son ejemplos del surgimiento de una clase política que reniega del orden democrático e institucional actual, y aunque tienen razones justificadas para hacerlo, lo que proponen a cambio es el regreso a un pasado que solo existe en su imaginación.

Soy el primero en sostener que hay muchos aspectos del modelo democrático liberal que son cuestionables y que deberían corregirse, es decir, cosas que se tienen que cambiar. Pero aquí entramos en una enorme disyuntiva, porque el cambio puede entenderse de muchas formas, para algunos, cambiar puede significar evolucionar hacia algo distinto, ir hacia adelante, para otros puede significar precisamente lo contrario.

Para muchos franceses, la figura conservadora y xenófoba de Marine le Pen significa el cambio que su país necesita. Para muchos iraníes, las protestas que ha vivido su país en días recientes significan un halo de luz que puede terminar con la teocracia autoritaria que gobierna desde los 70. Así, frente a visiones tan disímiles sobre el rumbo y cambio que deseamos para nuestros

países y para el mundo, lograr acuerdos se vuelve una tarea titánica. Lo único que yo puedo decir, ahora que comenzamos un nuevo año es que pese a todos sus desaciertos, pese a las asignaturas pendientes y a las promesas incumplidas, el modelo de democracia liberal de los últimos 60 años en Occidente es hasta ahora el mejor sistema político que nuestra especie ha podido diseñar y que, más o menos, le ha otorgado libertad y bienestar a la gran mayoría de los individuos que lo componen.

Recurramos al pensamiento crítico, a la historia y reflexionemos sobre lo que hemos ganado y lo que hemos perdido, hagámoslo con la cabeza fría, lo más objetivamente posible y analicemos si la imagen de un escenario bucólico, dominado por una sola clase social, con esclavos, en el que las minorías étnicas, sexuales y religiosas son invisibles es el futuro que queremos, para nosotros y para quienes nos rodean.

Y examinemos también si ese escenario ha cambiado del todo. Para pensarse…

POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS

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