REFLEXIONES CONSTITUCIONALES

Inteligencia Artificial: un camino a la esperanza, o al caos

La Inteligencia Artificial también se está convirtiendo en una nueva forma de degradación del espíritu y de la inteligencia; basta ver la conducta de millones de adolescentes y jóvenes que pierden su tiempo y su identidad

OPINIÓN

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Alfredo Ríos Camarena / Reflexiones constitucionales / Opinión: El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Desde que Julio Verne nos maravilló en nuestra niñez con su extraordinaria imaginación –viajando a la luna y al centro de la tierra—, hasta que Dick Tracy utilizaba en sus series un reloj teléfono; la ciencia ficción fue una constante visión de un futuro que avizorábamos diferente y extraordinario. Aldous Huxley y George Orwell nos ofrecieron un mundo que auguraba el control de las máquinas y de la cibernética a la conducta humana.

Pasaron los años, y el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología le dieron a la humanidad un avance extraordinario, de tal suerte que en el último medio siglo los avances han sido más importantes y maravillosos, que todo el resto de la historia humana.

En efecto, la televisión, la aviación moderna, el descubrimiento del genoma humano, la clonación, la comunicación extraordinaria que han generado las computadoras, los teléfonos celulares, los automóviles que se conducen solos, los viajes tripulados a la luna y el avance extraordinario de la astronomía han cambiado –sin duda— el rostro de la sociedad.

Hoy, cuando la Inteligencia Artificial inicia sus primeros pasos de aplicación masiva, vivimos en este primer cuarto de Siglo XXI un mundo inesperado que, por un lado, nos ha producido desarrollo científico y avances fundamentales que se originaron poco después de la Segunda Guerra Mundial, donde el informático John McCarthy acuñó en 1956 el nombre de “Inteligencia Artificial” durante la Conferencia de Dartmouth, que tuvo lugar en la Universidad del mismo nombre, en Hanover, Nuevo Hampshire, Estados Unidos. 

Sin embargo, dicha Inteligencia Artificial también se está convirtiendo en una nueva forma de degradación del espíritu y de la inteligencia; basta ver la conducta de millones de adolescentes y jóvenes que pierden su tiempo y su identidad, en un mundo virtual conducido por las máquinas, ausente de imaginación, de conocimiento nuevo y de experiencia personal. La pérdida de la identidad en vidas artificiales es una patología que debe alertarnos como género y especie.

El fin último de esta tecnología en el Sistema Capitalista nos ha conducido irremisiblemente a la concentración grotesca de la riqueza y a la estupidez colectiva. Es tiempo de regresar a los libros y a la vida real, para no perdernos en este laberinto que degrada a la humanidad.

Este panorama esperanzador y, al mismo tiempo aterrador, debe alertarnos para retomar los hilos de la historia y para que los nuevos descubrimientos tengan por objeto una mejor distribución de la riqueza, una ampliación de la cultura y un proceso intelectual que dignifique nuestra condición. 

La ética para interpretar y conducir este nuevo mundo es un imperativo categórico y solo se puede adoptar si las Universidades, los Centros de cultura y de pensamiento, los científicos y los académicos, exijan conductas morales y responsables, a quienes los dueños de los medios tecnológicos sólo ven en su futuro, su enriquecimiento personal.

Una nueva cultura de la esperanza y de la renovación de los altos valores del espíritu humano, se requieren para evitar el caos que se avecina, en donde la guerra, la enfermedad y la estupidez, parecen ser los nuevos Jinetes del Apocalipsis.

En un ejercicio de imaginación desbordada y acaso absurda, podríamos preguntarnos si ¿existe la posibilidad –en el largo plazo— de crear una nueva raza de máquinas a quienes no afecte el medio ambiente, ni la vida, ni la muerte y que, de alguna manera, conviertan al género humano a una esclavitud? Este cuestionamiento parece inimaginable aún, así como una Espada de Damocles tiene sobre nuestro futuro incógnitas, que debemos resolver a tiempo, para conducir por los caminos de grandeza que merece la humanidad, el futuro que ahora parece incierto.

POR ALFREDO RÍOS CAMARENA

CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM

PRESIDENTE DEL FRENTE UNIVERSITARIO LATINOAMERICANO (1958-1962)

VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA

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