COLUMNA INVITADA

¿Sabotaje?

La realidad es que el Metro necesita mantenimiento. La respuesta del gobierno fue evadir la responsabilidad e invocar al fantasma del sabotaje

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Los sabots son un tipo de zapato de madera que usaban algunos europeos pobres. Dice la leyenda que, cuando con la revolución industrial muchos trabajadores empezaron a perder su empleo a causa de la tecnología, aventaron sus sabots a los engranes de las máquinas para descomponerlas. De ahí vendría la idea actual del “sabot-eador”.

Aunque a veces justificado moralmente (como en la resistencia ciudadana contra los nazis), en general el sabotaje es un recurso ilegal. Es una estrategia fuera de la ley; por eso, su uso está asociado sobre todo a individuos o grupos rebeldes. Esto último es importante, pues hace fácil para los gobiernos usar el sabotaje —real, pero también inventado o auto infligido— para justificar la violencia y ocultar su incompetencia. Es simple: si algo sale mal, se dice que hay fuerzas oscuras saboteando.

Ni siquiera se requieren pruebas: son enemigos invisibles, los malos contra nosotros los buenos. Esto nos ayuda a entender lo que pasa en la Ciudad de México. La realidad es que el Metro necesita mantenimiento. Esta negligencia ha costado desde la tragedia de la Línea 12 de 2019, que causó 26 muertes y decenas de heridos, hasta el choque de la Línea 3 hace unos días, que cobró otra vida y 106 lesionados. A esto se suman innumerables fallas cotidianas.

La respuesta del gobierno fue evadir la responsabilidad e invocar al fantasma del sabotaje. Hace unos días, arrestaron a una señora a quien se le cayó su mandado en el Metro y a jóvenes que les pasó lo mismo con su celular. ¿La acusación? “Ataque a las vías de comunicación”. Ciudadanos convertidos en presuntos conspiradores, con el espantapájaros del sabotaje. El sindicado del Metro ha advertido que no tienen herramientas ni piezas; los usuarios han documentado desde escaleras inservibles hasta incendios; los datos muestran que la inversión ha disminuido.

No importa: los recursos públicos pueden gastarse en propaganda, y si hay accidentes, el sabotaje lo explica. Esta narrativa también valida que, aunque la Ciudad de México cuenta con la policía más grande del país, manden seis mil militares, que se requieren en otros lugares como Sinaloa, Zacatecas o Michoacán, donde la gente está desamparada.

El único sabotaje es del gobierno contra sí mismo: la auto promoción y giras de la jefa de Gobierno, que le hacen desatender la responsabilidad para que fue electa. En su indolencia, una semana después de la tragedia de este 7 de enero, todavía hizo una videoconferencia en Morelos para presumir sus logros y un comercial en la Línea 12. La mejor campaña sería dar resultados, pero eso requiere dedicarse más a hacer administración que propaganda.

El descuido del Metro viene de muchos años atrás, pero la mayoría de estos ha gobernado López Obrador y los suyos, incluyendo los últimos cuatro. Como ahí no pueden culpar al pasado, porque el pasado es ellos, renombran la antigua estrategia del complot: ahora le dicen sabotaje a la excusa de una campaña anticipada, una negligencia permanente y unas finanzas opacas; todo, a costa de la seguridad de millones de personas.

Si alguien aún cree que en el oficialismo tiene una opción de izquierda progresista para 2024, vean lo que pasa en el Metro.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE

COLABORADOR

@GUILLERMOLERDO

MAAZ