ECOS DE LA CIUDAD

Normalizar la corrupción

Desafortunadamente, las infoburbujas que se crean en los medios, en las redes sociales o en la plática familiar, encubren el mal que representa la putrefacción de la vida política del país

OPINIÓN

·
Humberto Morgan / Ecos de la ciudad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¡México, México…, para leer, entre líneas!

Esta frase concebida por el desaparecido escritor y periodista Tomás Mojarro, expresa nuestra desesperanza, el desconcierto y el mal sabor de boca en un tiempo oscuro, de contradicciones y de pocas respuestas a los infortunios que vive la patria.

Iniciamos el 2023 con una larga lista de escándalos sin resolver de este y años anteriores, dados a conocer políticamente, por los distintos grupos de poder. No, para contener el mal endémico que ha representado la corrupción en nuestro país.

Sino para demeritar al adversario, exhibirlo, disminuirlo electoralmente y sacar provecho de una población mayoritaria que, por ahora, se satisface con el morbo y con la autoafirmación, de pertenecer a uno de los bandos que acusan a su oponente. Dándose golpes de pecho, pero sin mirar la basura de su patio trasero.

Desafortunadamente, las infoburbujas que se crean en los medios, en las redes sociales o en la plática familiar, encubren el mal que representa la putrefacción de la vida política del país. Ocasionando con estos episodios, solo anécdotas de nuestra idiosincrasia y nuestra hipocresía.

Al arrojarse en la cara acusaciones entre unos y otros, se pierde la dimensión del acto, se diluye y se minimiza su trascendencia social, soslayándose lo sustantivo de la conducta inmoral, para terminarla en altercado de cantina y encono personal. Demeritando el hecho y encubriéndolo en la hoy tan recurrida posverdad. De esta manera, la filósofa Adela Cortina, afirma que La posverdad es una banalización de la mentira: quien tiene el poder suficiente se permite el lujo de mentir, además de dañar.

Los casos Lozoya, García Luna o Yasmín Esquivel entre muchos más, son los refritos, la continuidad en el hacer de una clase gobernante que se niega a dejar las prácticas viles, sus canonjías y el poder que otorga la impunidad. Solapada por una sociedad, que lincha a sus adversarios, pero perdona y justifica la conducta de sus correligionarios.

Normalizar se deriva de normal y del sufijo izar, y es hacer que algo se encuentre dentro de lo considerado habitual por el sujeto, es limar todas las cualidades exóticas o poco comunes. Adecuar las características de algo a una norma o estándar definido previamente. Es el hacerlo común.

Por normalización, el filósofo Michel Foucault, entendió un sistema finamente graduado y con intervalos medibles en los cuales los individuos pueden ser distribuidos alrededor de una norma –una norma que a la vez organiza y es el resultado de su controlada distribución. Esto implica, que un sistema de organización está opuesto a un sistema de ley o a un sistema de poder personal.

En sociología, la normalización es el proceso por el cual ciertos comportamientos e ideas se convierten en comunes a través de la repetición, la ideología, la propaganda u otros medios, muchas veces llegando a tal punto que son consideradas naturales y se dan por sentado sin cuestionamiento.

En el entramado político actual, al normalizar la corrupción, al banalizarla, al hacerla común, la integramos a lo cotidiano, se hace parte de los hábitos, dotándola de un amplio margen de tolerancia. Prácticas que en lo público llamamos vergonzosas, pero en lo privado, son conducta normal, que se justifica moral y éticamente, en un sistema de valores cada vez más laxo.

Esta es la tragedia que vivimos, pues cuando desde el estrado político se acusa al adversario de corrupción, a quien lo hace, ya le esperan otras imputaciones, a partir de las cuales, el acusador se convierte en sujeto de lo mismo que denuncio.

Así nuestro México…, para leer, entre líneas.   

 POR HUMBERTO MORGAN

@HUMBERTO_MORGAN