COLUMNA INVITADA

La moda y el poder Parte I

En la política y en el amor exijamos el derecho a la vergüenza, porque después de todo, la belleza salvará al mundo.

OPINIÓN

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Julen Ladrón de Guevara / Arte y Contexto / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En este país la estética es más importante de lo que estamos dispuestos a reconocer, lo que se debe, tal vez, a que somos un pueblo culto, con raíces milenarias y bendecido por grandes artistas nacionales, hayan nacido o no en nuestro terruño amado. De hecho somos tan chingones que nacemos donde nos da la rechingada gana, según la artista mexicana Chavela Vargas, nacida en Costa Rica en 1919. 

Aquí somos esencialmente iconoclastas, por eso defendemos con la vida los símbolos que nos identifican, de tal forma que más de un presidente ha exigido a los austriacos la devolución del penacho de Moctezuma, sin el cual estaremos sometidos a una maldición eterna.   

Bajo la lupa del conocedor de arte, de moda o de las ciencias políticas, el penacho es un símbolo poderoso, tanto como las estrellas de diamante de la emperatriz Sissi, el paliacate de Morelos, las cirugías de Belinda o la hebilla  'H' del cinturón “Hermès Courchevel Constance”, un must para todo 'watchlifestyler'. 

Desde la cuna se nos inculca el valor de los accesorios, aunque no podamos costearlos. Si no, pregúntenle a los comerciantes de Tepito que viajan 8 veces al año a China para comprar clones de marcas impagables para su clientela mexa.  Por eso, uno de los comentarios frívolos que escucho con mayor frecuencia es que la moda es frívola. 

La moda es poder, es lenguaje, es historia, es contexto, es política, es arte y es sometimiento: con María Antonieta se inventó la alta costura, Hugo Boss diseñó el uniforme de los temibles nazis, Joseph C. Shivers dio un salto cuántico al inventar la licra en 1958, Yves Saint Laurent y Mondrian concibieron el minivestido iconográfico de la liberación femenina de años 60 y así hasta los años 2mil, con la aparición de las buchonas, que son las reinas de la estética del narco. Total que sabemos que la tierra se mueve porque sentimos el viento y que el tiempo transcurre por las portadas de Vogue. 

Por tanto, la ropa habla y nos platica sobre el pensamiento y la cosmovisión de quien la porta, de tal manera que es imposible imaginar a la NO primera dama (por ejemplo) vestida adecuadamente para convivir con las primeras damas de EEUU y Canadá.

¡¿Y eso queti?! me preguntarán. Lo que pasa es que a través de su ropa nos están dando un mensaje. En este caso están diciendo que los desmerecemos y que les vale que seamos dignamente representados. Si hay algo frívolo en el mundo político y diplomático es intentar no serlo. No es cosa de dinero ni de gente criticona, simplemente es un tema de dignidad nacional, si no díganme ¿qué sentirían si su jefe llegara a su boda en bermudas y chanclas?

En el caso de los funcionarios públicos de alto nivel, salir de casa con la bastilla larga, “hablar” con faltas de ortografía, romper el protocolo y demás signos de impunidad estética es una agresión. 

En la política y en el amor es importante percibir las banderas rojas porque son señales claras de cuánto valemos para una persona poderosa que piensa que estamos en sus manos, así que no lo desdeñemos y exijamos el derecho a la vergüenza, porque después de todo, la belleza salvará al mundo. 

POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG

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