COLUMNA INVITADA

Evocar para sobrevivir y ser mejores

La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos. Vita mortuorum vivit in memoria vivorum. Marco Tulio Cicerón

OPINIÓN

·
Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Se nos van acumulando los muertos y nos quedamos con una extraña pesadumbre: la de que los mejores son esos que se han marchado. Nos invade una sensación de orfandad y ante nuestra propia impotencia decidimos olvidar su legado, su ejemplo, su pensamiento. Nos conformamos con el silencio y el vacío de la mediocridad. Así, no nos sentimos exigidos por el pasado, el tiempo de la conciencia, diluyéndonos en la oportunidad de un presente irresponsable, banal, frívolo. Vivimos de a poco, pensamos a cuenta gotas, dejamos que las situaciones fluyan sin sentido, carentes de rumbo, lo que resulta más cómodo.

Si atendemos al clásico: “La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”, lo que significa literalmente: Evocar para sobrevivir y ser mejores. Tremendo desafío cuando evadimos los dolores del parto de nuestro destino. Ya nos acomodaremos a las circunstancias, somos como el ladrón: hechura de la ocasión. ¿Para qué esforzarnos? ¿Por qué combatir las iniquidades y los abusos? ¿Para qué defender los derechos y las libertades? Seamos pacientes, ya arribará el premio a la inacción, el beneficio por los pecados de omisión y acaso comisión. Saciada la ambición de los actuales, emergerá el turno de los pacientes, esos que aguardan la recompensa de los cómplices.

La obsesión contemporánea por las efemérides y los próceres se limita a la enunciación formal de acontecimientos y personajes, sin mondar la cáscara de unos y otros. Para qué tomarnos la molestia de profundizar en su significado y pertinencia si podemos respaldar nuestras decisiones en esos referentes de “santidad cívica”, invocando nombres y fechas como si fuesen pasajes de una letanía o ecos de una salmodia. Se impone pues, la lógica del no pensar capaz de vaciar los contenidos y convertir los esqueletos resultantes en envolturas: cadáveres de lujo que invocan lugares comunes, por lo general simplificados y distorsionados. Ídolos de barro, estereotipos de un nacionalismo falso y de bolsillo, invocados como si se tratase de santos objetos de jaculatorias. 

Así las cosas, por ejemplo, el Benemérito de las Américas deviene incansable luchador contra el expansionismo imperial de Napoleón III y el gobierno espurio de Maximiliano de Habsburgo que le fuera ofrecido entre otros por Juan Nepomuceno Almonte hijo bastardo de José María Morelos, mientras se erige en lacayo de los Estados Unidos, refugio predilecto del zapoteco, con quienes firma el Tratado McLane-Ocampo en 1859, sin ratificación de los congresos de ambos países, que cede a perpetuidad el libre tránsito por el Istmo de Tehuantepec y las franjas fronterizas de Guaymas a Nogales y de Camargo a Matamoros, vía Monterrey hasta Mazatlán, a cambio de la pingüe suma de 4 millones de dólares.

Con razón Justo Sierra calificó semejante abyección política y subasta de la soberanía nacional de “constitución de una servidumbre interminable”. Demagogia de los poderosos incapaces de pensar a fondo en la contribución de los muertos...

Ya lo sostenía Charles Darwin: “Ignorance more frequently begets confidence than does knowledge” (“La ignorancia engendra más frecuentemente confianza que el conocimiento”).

POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR
SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

MAAZ