LA ENCERRONA

Una prueba para Boric

Lo que hace un año hubiera sido un proceso casi de trámite, a favor de la nueva Constitución, terminó siendo dura derrota para el progresismo chileno

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“El pueblo de Chile ya se definió por tener una nueva Constitución” Gabriel Boric

La llegada de Gabriel Boric a La Moneda en Santiago parecía dar el cerrojazo al legado del dictador Augusto Pinochet e, incluso, a la concertación de los grandes bloques de centro-izquierda o centro-derecha cuando se reinstauró la democracia en la década de los años 90. Desde sus primeros días, el presidente más joven de la historia chilena, comenzó a dar pasos firmes en el logro de los objetivos de su visión de gobierno: implementar un gabinete joven, plurinacional, con perspectiva y acciones de género, es decir, un gobierno completamente permeado por el progresismo.

Sin embargo, para dar continuidad a esta seguidilla de triunfos, a Boric y a su gabinete, solo le faltaba la conclusión de la nueva Constitución chilena. No sucedió. El domingo pasado, tras la institución del voto obligatorio por el cual 85 % de la ciudadanía chilena salió a las urnas para emitir el sufragio plebiscitario entre el “apruebo” y el “rechazo”, donde sorprendió que el 62 por ciento eligió rechazar el nuevo texto constitucional contra el 38 % a favor del si. Este resultado causa estupor porque, en los conteos internos así como en estudios demoscópicos previos, se observaban números muy similares a los de los comicios efectuados en diciembre.

Pero sabemos que la política es un ente vivo y cambiante. Lo que hace un año hubiera sido un proceso casi de trámite a favor de la nueva Constitución, terminó siendo una dura derrota para el progresismo chileno y, por supuesto, para el presidente Boric, quien a partir del lunes comenzó un nuevo proceso de diálogo con las fuerzas políticas opositoras para volver a comenzar con el camino de un nuevo texto y un nuevo constituyente, mismo que no podrá tener el empuje del 2020, precedido del estallido social masivo de un año antes, cuando se decidió por una nueva carta magna que dejara atrás al pinochetismo.

El nuevo texto sería punta de lanza en Latinoamérica, claro, pero también a nivel mundial, gracias a su visión del -deber ser- de un país con las características propias, con cambios de gran calado y énfasis en la paridad de género, reconocimiento -activo- a los pueblos indígenas, perspectiva medioambiental, mayor peso a candidaturas independientes en detrimento de los partidos políticos. Sin embargo considero que Boric, Vallejo, Siches, Jackson y la Convención Constitucional tensaron la liga de más, confiados en el oleaje de la izquierda y el progresismo que los llevó rápidamente al triunfo, al colocar la desaparición del Senado, para reemplazarlo por un órgano de menor jerarquía y se reconocía el carácter plurinacional. Situación que al espectro de las derechas y a la ciudadanía moderada les “cayó de peso”.

Así, este gobierno de izquierda progresista, que tiene menos de seis meses desde su llegada a La Moneda, tendrá que realizar un viraje en su actuación cotidiana y deberá de hacer política con aquellos personajes y partidos con los que no concuerdan, es decir, Boric tendrá que “hacer política” para empujar una nueva Constitución donde sí pueda colocar lo esencial del texto y, a la vez, dar lugar a quienes aún no están preparados para un golpe de timón tan radical. Asimismo, el presidente chileno tendrá que entender que también gobierna para la población que está en contra. Una gran prueba para el joven Boric.

POR ADRIANA SARUR
ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM
@ASARUR

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