MALOS MODOS

El peor de los sexenios posibles

Con el obradorismo, lo que va del gobierno es un desastre de proporciones inéditas, en salud, economía, hasta la violencia y lo que se sume

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

No hay manera de evaluar este sexenio con los mismos criterios que se aplican a los anteriores. Básicamente todo, con el obradorismo, es un desastre de proporciones inéditas, desde el sistema de salud, que pasó de defectuoso a destruido, hasta la economía, que se les fue en picada mucho antes de la pandemia, hasta la violencia, que no mejora en números y que sí empeora en síntomas: el narco se apoderó ya de un pedazo considerable de las elecciones intermedias y, por mucho que traten de minimizarlo, ha puesto en jaque a ciudades enteras, y ciudades de tamaño considerable.

Súmenle la muy mala relación con los gringos; la inquietante elección interna, ese ejercicio de hooliganismo y corrupción que sí, avisa de lo que se nos viene encima si le damos chance a esas personas; hasta nuestro desempeño en los deportes, una calamidad que supera con creces nuestras calamidades previas, y vean sino los últimos olímpicos; hasta, claro, la militarización, que —ignoren a la comentocracia chaira— no se limita a asuntos de seguridad, lo que ya sería discutible, sino que se extiende a demasiados aspectos de la vida nacional, por una razón El Presidente decidió quitarse la máscara y nos aclaró que si lo deja todo en manos del Ejército es para que no podamos echarlo atrás cuando él no esté, es decir, por eso que quiere aclararnos que no, no tenemos derecho a elegir nuestro destino, porque lo dicen él y, en su cosmovisión al menos, los que tienen las armas.

“¿Y la lucha contra la corrupción?”, dirán algunos. Bueno, eso es una broma. De nuevo, no le hagan caso a la comentocracia oficialista: los casos de Pío, Bartlett, Bartlett Jr, Delfina y compañía son para jalarse los pelos, y sin embargo son nada al lado de lo de Segalmex, un logro en el sentido de que parece que hará palidecer los casos más contundentes de corrupción del periodo de Peña Nieto. No cualquiera, me cae.

Esto viene a cuento porque, según el sexenio se acerca al final, se multiplican las personas que, sin más, aceptan su decepción con la 4T y se entregan a la crítica. Bien está. Soy de los que creen que las señales estaban ahí, pero nadie está obligado a acertar siempre y el ejercicio de la crítica, que es obligadamente también un ejercicio de autocrítica, es necesario siempre, aun más en un país en serio, muy serio peligro de abandonar la democracia.

Ese ejercicio crítico, sin embargo, para llegar a fondo, tiene que evitar algunas muletillas o vicios argumentativos. El primero es justo el que refiero en la primera línea: el de las falsas equivalencias. Lo que vemos, con todos los defectos de las administraciones anteriores, es inédito. Lo que estaba mal, sigue mal o peor; lo que estaba bien, se ha ido al carajo. Esto tiene que entenderse desde otro lugar. En algo tiene razón el oficialismo: no son iguales.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

JULIOPATAN0909@GMAIL.COM / @JULIOPATAN09

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