REFLEXIONES CONSTITUCIONALES

Una generación brillante, sin embargo, perdida

Pasaron los años y los principios doctrinarios se olvidaron; el individualismo y el afán de riqueza personal, quebró las alas de esa generación

OPINIÓN

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Alfredo Ríos Camarena / Columna Invitada / Opinión: El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Pertenezco a una generación nacida durante el Cardenismo e influenciada por los ideales programáticos de la Revolución Mexicana, inflamada de patriotismo y con grandes ambiciones en la cultura, en la política y en el arte. Recuerdo a muchos de ellos, como Carlos Monsiváis, con el que frecuentábamos el California Dancing Club y me ayudaba a construir mis primeros discursos en los lejanos años del 54; el inolvidable Alfredo Bonfil, compañero de planilla en la Facultad de Derecho y extraordinario líder en la CNC; Pedro Vázquez Colmenares, dirigente junto con Píndaro Urióstegui de la Escuela Nacional Preparatoria; Hugo Castro Aranda, siempre inquieto e inteligente; José Miguel González Abelar que, con Martin Reyes, se destacaban por estudiosos; Sergio García Ramirez, serio y responsable; Jorge Eduardo Pascual, polémico y confrontador; Alejandro Sáenz de Miera; Humberto Romero Cándano, Hugo Tulio Meléndez; Mario Moya Palencia; Pedro Ojeda Paullada; Esteban Ruiz Ponce; Javier Wimer; Miguel Osorio Marbán; Arturo González Cosío; Servando Chávez; Máximo Carvajal; Irma Cue Sarquis; Ifigenia Martínez de Navarrete; Antonio Tenorio; el pelón Morales; y un poco más jóvenes Heladio Ramirez López y Luis Macias Cardone. Tantos y tantos más, que fueron conducidos en su vida por principios paradigmáticos para servir a la humanidad. 

La discusión ideológica bajo la dirección de maestros como Vicente Magdaleno y Horacio Labastida Muñoz, tenían matices intelectuales de alta calidad; el Marxismo y su concepción científica de la historia fue una de las piedras angulares de la formación académica de muchos de nosotros; a los Seminarios acudían Carlos Fuentes, Sergio Pitol y muchos más, que se destacaron en la literatura universal. 

Pasaron los años y los principios doctrinarios se olvidaron; el individualismo y el afán de riqueza personal, quebró las alas de esa generación. 

De todos aquellos jóvenes brillantes –que fueron muchos más—, casi todos fallecieron, otros se retiraron a la academia y sólo permanecieron con vida política cinco guerreros incansables, que hoy siguen siendo actores en el Gran Teatro de la República: Augusto Gómez Villanueva, leal a sus convicciones, priísta serio, inteligente y patriota, hoy, a sus más de 90 años vuelve a ser Diputado Federal; Porfirio Muñoz Ledo, mágico constructor de los sofismas que en su polémica vida da prevalencia a su pensamiento personal, aun cuando este sea cambiante, orador y político; Manuel Bartlett, una roca, hombre clave del sistema priísta y hoy uno de los pocos colaboradores del gobierno de López Obrador con personalidad propia; Alejandro Gertz Manero, Fiscal polémico y actor principal en el desarrollo de la procuración de justicia y el combate al delito; Bernardo Bátiz, Consejero de la Judicatura, de honestidad incorruptible y de capacidad jurídica y política brillante, aun cuando siempre con la modestia que lo caracterizó desde niño, cuando yo lo conocí. Todos ellos, han sido legisladores, sin embargo, el único que obtuvo la Presidencia de la República fue Miguel de la Madrid Hurtado, que en paz descanse. 

A esa generación aguerrida y brillante la movió la esperanza de un México mejor. Hoy los jóvenes han perdido su preocupación por mejorar la sociedad y pretenden –con su individualismo—, obtener la libertad y la igualdad en la que prevalece el triunfo del más poderoso y, como señalaba en su Libro el Presidente Guatemalteco Juan José Arévalo “el tiburón se come a las sardinas”, cuya Obra apareció después del derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz. 

No se puede perder la lección de la historia, los relevos generacionales deben producir mejores y más preparados ciudadanos. Para construir un México mejor se requiere la educación y la formación, como fundamento del despegue que espera esta República, cuyo destino –por razones históricas y geográficas—siempre será mejor.  

Por eso, la confrontación estéril, la polarización y la diatriba no son los mejores senderos a seguir, estamos a tiempo de convocar a la reconciliación nacional y a retomar los paradigmas constitucionales, para darle el impulso que requiere esta nave. 

Competencia política sí, diferencias ideológicas también, argumentos y puntos de vista contradictorios, por supuesto. Lo que no podemos aceptar es la línea del pensamiento único y autoritario; sólo la pluralidad democrática y la comprensión de la historia nos permitirá ir adelante, más allá de temas electoreros y mezquinos, México lo merece.

POR ALFREDO RÍOS CAMARENA

CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM

PRESIDENTE DEL FRENTE UNIVERSITARIO LATINOAMERICANO (1958-1962)

VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA

MAAZ