OJOS QUE SÍ VEN

El terror

Los sismos nos han provocado un miedo que raya en el padecimiento mental que se suma a los problemas emocionales que resultaron del confinamiento por la pandemia de covid-19. En pocas palabras, le tenemos un miedo irracional a la muerte

OPINIÓN

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Jesús Martín Mendoza / Ojos que sí ven / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Si algo puede descomponer nuestra vida, más que un mal gobierno, es el miedo que todos tenemos a morir aplastados. En México no nos gusta hablar de la muerte, es un tabú y esa es la razón por la que tantos mexicanos, en condiciones normales o en tiempo de la pandemia, han fallecido intestados dejando en la incertidumbre y el enfrentamiento por la posesión de las cosas a incontables familias. Morir aplastado es una de las muertes mas dolorosas y terribles que uno puede imaginarse. Ahora, con el enjambre de sismos que hemos vivido en los últimos días, nos hemos planteado lo que significa morir bajo los escombros de un edificio colapsado. Seguramente golpeados, mutilados y sufriendo una muerte lenta. Ni el mas desalmado suicida se imaginaría una muerte con semejante cantidad de dolor. El terror nació en 1985 con el terremoto de aquel 19 de septiembre. Mas que el terremoto de 1957 que tiró el Ángel de la Independencia, en 1985 los medios de comunicación dieron a conocer las historias de horror encontradas en los derrumbes del multifamiliar Juárez, del Centro Médico Siglo XXI y cientos de edificios derruidos en aquel entonces. Las cifras oficiales hablan de siete mil muertos, las aseguradoras, las más confiables, reportaron poco más de 10 mil muertos, mientras que, en el imaginario nacional, la cifra de fallecidos entre toneladas de escombros, van desde los 50 mil hasta los 100 mil muertos. Nunca sabremos la cifra exacta. Treinta y dos años después con el terremoto de 2017, nos dimos cuenta de que las generaciones actuales sufren tanto la muerte por aplastamiento que nosotros en el 85. Esa es la razón por la que sismo del 19 de septiembre de 2022 impactó de tal forma a ambas generaciones dejando al descubierto el terror a morir bajo toneladas de ladrillos, concreto y varillas. Los sismos nos han provocado un miedo que raya en el padecimiento mental que se suma a los problemas emocionales que resultaron del confinamiento por la pandemia de covid-19. En pocas palabras, le tenemos un miedo irracional a la muerte. Me han platicado algunos rescatistas que participaron en la remoción de escombros de 1985, que luego de levantar con maquinaria pesada gigantescos muros del Centro Medico Nacional, sus vidas nunca fueron las mismas. El impacto de ver cientos de adultos y niños aplastados en medio de gigantescos charcos de sangre afecta de manera irreversible el estado emocional de cualquier persona. Recuerdo la narración de Jacobo Zabludovsky frente a la cafetería conocida como Super Leche, en la esquina de eje Central y la calle de Victoria. El periodista narraba como uno de los lugares más emblemáticos del centro de la ciudad estaba convertido en una pila de escombros irreconocibles. En eso, un hombre vestido de deporte llegaba al lugar. Se trata del dueño del restaurante. Con desesperación el hombre trataba de entrar al lugar, Zabludovsky lo cuestionaba sobre su identidad. El hombre se identificó como el dueño del restaurante desparecido y decía que solo había salido a correr y que en el segundo piso estaba toda su familia. Envuelto en llanto, el hombre buscaba entrar al lugar mientras el periodista, en una narración inolvidable, se fundía en un abrazo con el hombre que lo había perdido todo. Nadie quiere ser protagonista de ese dolor y esa es la razón del miedo inexplicable que tenemos ante los sismos. Una mezcla entre supervivencia e impacto mediático de las historias compartidas. Vivimos en una zona sísmica y eso jamás lo podremos cambiar. Estamos a la espera del siguiente y es decisión nuestra si seguiremos en esta ciudad para contarlo.

Corazón que sí siente

Por muy poco, solo uno o dos votos, Morena estuvo a nada de aprobar el dictamen que mantiene al ejercito en las calles. Diez días más tendrá Morena para amenazar y presionar a los opositores. Este es un claro ejemplo del poder que ha desarrollado López Obrador.

POR JESÚS MARTÍN MENDOZA
JESUS.MARTIN.MENDOZA001@GMAIL.COM
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