APUNTES DE GUERRA

¿Muera el clasismo?

Pretender que los temas de clasismo en México son producto del discurso presidencial es querer tapar el negro sol con un dedo

OPINIÓN

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Gabriel Guerra / Apuntes de Guerra / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

No sé ustedes, queridos lectores, pero yo no recuerdo jamás haber escuchado un “¡Muera!” en boca de un Presidente de la República, en una ceremonia del Grito de la Independencia, hasta este viernes pasado.

En su arenga, el presidente Andrés Manuel López Obrador añadió a sus “vivas” dos “mueras”: al racismo y al clasismo, y rápidamente las redes sociales estallaron.

Más allá de las distorsiones digitales que ya conocemos, en que mágicamente aparecen y se reproducen decenas o centenares de miles y miles de cuentas que dicen ser de personas reales a aplaudir o a denostar los dichos del Presidente.

No sorprende, aunque sí decepciona, la manera en que esa manipulación de las redes sociales ha socavado el nivel del debate público, pero conviene tenerlo en mente para ver qué tanto sí y qué tanto no se debe tomar en serio.

Las expresiones del Presidente son de esas que parecerían de elemental sentido común, tanto así que ni siquiera deberían requerir ser enunciadas.

Un poco como su plan de paz para Ucrania son de lo que yo llamo los pronunciamientos de Miss Universo: nadie en su sano juicio puede oponerse, pero son completamente vacías y sin trascendencia.

Y aún así, siendo expresiones generales y de buena voluntad, han generado enorme molestia en un sector de la sociedad que cree, sinceramente, que el Presidente es quien promueve el clasismo cada vez que se refiere a los fifís o a los ricos.

Argumentan que es de ahí de dónde viene el problema, del discurso presidencial y no de la realidad nacional.

Yo he criticado en muchas ocasiones el discurso de confrontación y denostación que utiliza Andrés Manuel López Obrador desde la más alta tribuna del país.

Polariza, confronta, divide, pero principalmente es indigno de quién debe hablar por y representar a todos los mexicanos.

Sin embargo, hay un mérito en que el Presidente de la República aborde el asunto: provoca debate y discusión acerca de una situación que en cualquier país que pretende ser avanzado debería ser una vergüenza: los problemas reales de discriminación y exclusión que por múltiples razones se dan en México.

Para muestra algunos datos: en 2017, más de 25 millones de personas se autorreconocían como indígenas (21.5 por ciento de la población).

Uno de cada diez no habla español, un 14 por ciento habita viviendas con piso de tierra, frente al 3.6 por ciento nacional.

Menos de 40 por ciento tiene acceso a agua entubada, frente a 78 por ciento nacional. Y además, enfrentan una doble discriminación: por su etnicidad y por su pobreza.

Pretender que los temas de clasismo en México son producto del discurso presidencial es querer tapar el negro sol con un dedo.
Y postular, como algunos, que el clasismo (como el racismo) también se dan a la inversa es un espejismo retórico.

POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
@GABRIELGUERRAC

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