ARTE Y CONTEXTO

Oaxaca, mi otro Aleph Parte II

A veces la vida me agarra de la mano para que nos vayamos de fiesta y yo nomás me dejo llevar

OPINIÓN

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Julen Ladrón de Guevara / Arte y Contexto / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

A veces la vida me agarra de la mano para que nos vayamos de fiesta y yo nomás me dejo llevar. No pregunto a dónde vamos o qué estamos celebrando porque ya la conozco; sólo me utiliza para entrar a ciertos lugares donde no puede ir solita y se sirve de mí para tener acceso. Cuando se pone así me lleva por caminos muy divertidos e inesperados, sobre todo por lo sorprendente que me resulta lo bien que me siento una vez que estoy ahí. Al parecer en esos momentos fugaces de felicidad intensa, ella, la vida, se atraganta con mi sangre desbordante de dicha para emborracharse hasta la saciedad. Una vez satisfecha, se retira sin despedirse y me deja a mi suerte en medio de un paraje que para entonces ya me es familiar. Siempre me doy cuenta de la hora en que se va porque me invade un repentino vacío desolador, que únicamente se detiene hasta que asimilo que también sin ella la paso bien. Es en ese punto, cuando me abandona  el vértigo y volteo a mi alrededor para darme cuenta de que pertenezco a ese nuevo lugar. Total, que ese es el estilo que tiene la vida para cambiarme las páginas de mi historia personal. Tampoco es que me pase todo el tiempo, de hecho recuerdo bien casi todas las veces que he traspasado esos nuevos umbrales y con Oaxaca me ha pasado al menos dos veces. La última fue apenas este año y fue como un cruce doble a universos paralelos pero confluyentes en algunos puntos. Les platico. Resulta que en abril estuve por primera vez como conferencista en el 4° encuentro de cocineras tradicionales de Oaxaca con el tema de los mercados públicos; para mí fue genial estar ahí, en medio de algunas eminencias de la gastronomía mexicana platicando de mis cosas. En ese viaje conocí el universo de los mercados oaxaqueños porque me pidieron que me entrevistara con Amira, la directora de los 14 mercados de la ciudad y con otros compañeros suyos que esperaban hablar conmigo para intercambiar experiencias y opiniones con el fin de retroalimentarnos. La pasamos muy bien y quedamos de vernos en breve, en una visita que yo haría para estar con ellos en exclusiva y así fue. Apenas regresé hace dos semanas y no termino de asimilar lo que vi, lo que aprendí y sobre todo, la manera en que se maneja el abasto de esa ciudad. Acostumbrada a  un sistema de mercados infinito en número y problemas, el de los mercados de la ciudad de Oaxaca me pareció sensacional porque sólo hay una directora del total de los mercados  No es fácil pero tampoco imposible; es decir, debido a que no se trata de física cuántica no hay razón para que todo salga mal. Total, que en esos días de inmensa felicidad, donde fui recibida con un amor que difícilmente experimento de otras maneras, donde me develaron todos los secretos culinarios de sus ancestros, donde de manera abierta de dejaron entrar en su mundo y me dejaron saber que todos estamos invitados, me di cuenta de que existo, de que vale la pena estar vivos al menos para comprobar que el “amarillito” del mercado 20 de Noviembre es extraordinario, y de que sin importar cuantas ganas tenga uno de no estar vivo, siempre vale la pena alejarse unos kilómetros de casa, para llegar a Oaxaca, entrar en un mercado, decirles a los cocineros que estás triste, para que después de recibir un abrazo fraterno y un plato caliente de buena comida, sientas que estar vivo todavía vale la pena. 

Por Julen Ladrón de Guevara

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