COLUMNA INVITADA

La Columna de la Independencia (1910)

El monumento se extiende en 49.5 metros, desde las escalinatas hasta la Victoria alada que lo corona

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La política está hecha de símbolos y los suele expresar en el espacio público, levantado lo que Pierre Nora ha llamado “lugares de la memoria”. Nadie lo ha hecho de manera más sistemática que Porfirio Díaz. Las Fiestas del Centenario son el mejor ejemplo, y culminan con la develación de la Columna de la Independencia el 16 de septiembre de 1910. Un aniversario más de la efeméride invita a evocarla.

En la ceremonia inaugural, Salvador Díaz Mirón declamó su poema “Al buen cura”, donde comentaba sobre Hidalgo: “A poco estabas listo, / cual guerrero de Cristo, / al sangriento y precioso apostolado; / y en la noche oportuna, / traías en la veste como untado / el brillo de la gloria y de la luna”.

La obra fue proyectada por Antonio Rivas Mercado, padre de Antonieta, que contó con los buenos oficios de Manuel Goroz-
pe, Guillermo Beltrán y Gonzalo Garita
para el monitoreo del sistema constructivo, siendo Roberto Gayol el responsable de la mecánica de suelos y la obra civil, quedando la estatuaria a cargo de Enrique Alciati. El monumento se extiende en 49.5 metros, desde las escalinatas, hasta la Victoria alada que lo corona, más conocida como el Ángel de la Independencia, de 6.7 metros de altura y 7 toneladas de peso, vaciado en bronce y bañado en oro.

Descansa impávida sobre una cimentación de pilotes de hormigón con punta, mientras la ciudad se hunde poco a poco.

Desde 1925, Plutarco Elías Calles la convirtió en un mausoleo que alberga los huesos en revoltijo de una legión de próceres, destacando los de una mujer en solitario, Leona Vicario, en compañía de su peor es nada, Andrés Quintana Roo. Hospeda en su interior, además, la efigie del falsario irlandés Guillén de Lampart, que se pretendiera heredero de Felipe III y rey de los mexicanos.

El conjunto queda protegido por las alegorías sedentes de La Paz, La Ley, La Guerra y La Justicia. Por si fuera poco, debajo de tales emblemas se enlista una legión de participantes en el movimiento libertario (1810-1821) en las categorías: escritores, congresistas, precursores, consumadores, heroínas (Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín, injustamente reducidas a esta minoría), conspiradores, caudillos y guerrilleros.

En su pedestal destacan de cuerpo entero Miguel Hidalgo y Costilla flanqueado por Clío y la Patria; y alrededor de la columna, José María Morelos, Vicente Guerrero, Francisco Xavier Mina y Nicolás Bravo.

En sus cintillos se asientan los nombres de Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros, Guadalupe Victoria y Manuel Mier y Terán (superior); Agustín de Iturbide, Juan Aldama, Ignacio Allende e Ignacio López Rayón (inferior).

Civismo en acto que postula la nación y vertebra como urbe a la capital de la República. Valdría la pena tenerla en mente cuando se pretende alterar la traza del Paseo de la Reforma.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

sainzchavezl@gmail.com

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