TRES EN RAYA

Lo que nos deja Javier Marías

De Javier Marías nos quedan sus escritos; novelas, cuentos y ensayos semanales

OPINIÓN

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Verónica Malo Guzmán / Tres en Raya / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

De Javier Marías nos quedan sus escritos; novelas, cuentos y ensayos semanales. Se fue uno de los escritor de la lengua castellana que merecía el Nobel de literatura. Diría su amigo y también autor, Arturo Pérez-Reverte, hoy esta distinción se ha devaluado al haberse saltado a Javier Marías.

Parafraseando al escritor hoy muerto: “lo más intolerable es que se convierta en pasado quien uno imaginaba como futuro”. Esto puede ocurrir en lo personal, en el trabajo o en lo que nos imaginábamos como país. Sí, los políticos, esos extraños seres que prometen todo para conseguir el voto y después cambian de opinión solo para recordarnos lo intolerable que es visualizar un futuro que no es otra cosa que la vuelta al pasado.

La literatura universal se viste de luto al perder a un magnífico ensayista que nos solazaba con sus escritos dominicales en el diario El País. Como buen europeo descansaba los agostos, y el pasado domingo 11 el rotativo publicó su columna, donde él, sin saber que sería la última, ofrece un pequeño homenaje a la traducción. Su gran amor.

Su padre, Julián Marías fue filósofo y dejó escritos soberbios. Mas Javier, desde su máquina de escribir (nunca cambió al ordenador), sin tener el renombre del pensador ilustre, nos hizo meditar y cavilar desde sus muy humanos personajes, tan de barro y de cristal. Su filosofía personal, si se le puede llamar así, fue el deambular de sus protagonistas y las temáticas por él tratadas. Un filósofo disfrazado de novelista o un novelista que esbozó la filosofía en su forma más prístina y de fácil digestión, sabiendo hacer el mejor retrato de lo inverosímil y variopinto que a veces —a menudo— puede resultar el ser humano.

Javier Marías mostró su desdén por el poder; no confiaba de los políticos en general. Y aunque su desaire hacía la política no se basaba solo en expresar desprecio, si era necesario lo hacía: despreciaba abiertamente a los que hacen de la política su vida. Sabía señalarles sus yerros, las promesas incumplidas y mostrar la infinita ceguera de las autoridades ante los ciudadanos. Una ceguera que no pocas veces los torna en resentidos sociales con poder.

Javier Marías polemizaba fuertemente mediante sus opiniones; no buscaba agradar a sus lectores ni obtener algún reconocimiento. Su pensamiento y su debate lograban intrigar a quienes lo leíamos y regalarnos el don de cuestionar lo que parece inamovible, inmutable.

Precisamente eso, lo impugnable, lo trataba con una irreverencia inaudita y siempre con un manejo del idioma que hacía, de sus críticas, cátedras del uso del español.

Desde el universo de Marías, nos azuzaba con lo que hacemos o dejamos de hacer: “nuestra vida también es lo que no nos hemos atrevido a hacer… lo que se nos escapó”. No tanto a modo de queja o reclamo, sino dicho como recordatorio y aviso premonitorio de lo que aún podemos hacer y no nos hemos atrevido a emprender.

La elegancia de sus escritos se dibujó en personas en las que nos podríamos reflejar; en situaciones cotidianas plagadas de dudas, siempre con un inmenso deseo de contestarlas. Valgan dos ejemplos de dichos pensamientos:

• “Los amores pasados siempre ofenden a los amantes nuevos, por muy muertos que estén aquellos."

• “Nadie acepta ya que las cosas pasan a veces sin que haya un culpable, o que existe la mala suerte, o que las personas se tuercen y se echan a perder y se buscan ellas solas la desdicha o la ruina".

Marías decía que “los muertos, a falta de un lugar más confortable, se quedan en la cabeza de los seres queridos”. Así que, no obstante su fallecimiento, es reconfortante saber que además de los libros que el escritor deja, está lo que se queda en los lectores que ha tocado. Lo que nos deja Javier Marías ha quedado para la posteridad.

POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM
@MALOGUZMANVERO

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