COLUMNA INVITADA

La mexicanidad: entre trauma y unidad

Como una adaptación libre del texto de Carlos Fuentes, el 13 de agosto pasado se cumplió el Quinto Sol

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Como una adaptación libre del texto de Carlos Fuentes, el 13 de agosto pasado se cumplió el Quinto Sol a partir del cual, la Gran Tenochtitlan cayó en la oscuridad perpetua a la que tanto temían religiosamente los mexicas. El renacimiento del Sol –Tonatiuh– no acontecería para ellos.

Cortés con sus tropas venidas allende la mar, junto con sus aliados tlaxcaltecas, ganaron la partida e inició una nueva nación en el mundo. La hispanidad, el indigenismo, el criollismo pero, sobre todo, el mestizaje, se contextualiza en la etapa colonial de México.

Resulta difícil aceptar una conjunción que pudiera llamarse hispanoamericanidad porque representa, a fin de cuentas, una unión de dos polos que mantienen la individualidad y nunca fusionan. Por eso, me parece más acertado hablar de mexicanidad como un
concepto nuevo, un tercero distinto alimentado, por supuesto, por las dos partes confrontadas, pero que se aleja de ellas para crear una nueva cosmovisión, una amalgama de culturas y un sincretismo que definirá a la nación mexicana a lo largo de los primeros trescientos años para dejarla lista para iniciar el período independentista.

Al admirar la obra del gran muralista Jorge González Camarena, La fusión de dos culturas –en otrora tiempo La Conquista, nombre afortunadamente sustituido– el choque de civilizaciones tan gráfico e intensamente vívido implosiona para dar paso a un nuevo orden.

La lección que nos da esta obra es la siguiente: es imposible definir al México contemporáneo como remembranza de los tiempos gloriosos del imperio mexica, como lo es también la añoranza de una colonia hispanoamericana. México se define por sí mismo, alejado de divisiones artificiales aparentemente sustentadas en la historia patria. El mestizaje convulso y, a la vez, natural, entre
vencedores y vencidos, definirá los primeros pasos de la vida independiente del México posterior a 1821.

Algunos personajes de nuestro devenir histórico representan vivamente esa idiosincrasia entre un limbo de pertenencia y la consolidación de que la mexicanidad es el lugar adecuado para arribar. Por ejemplo, el mestizo aspiracionista que da tumbos avanzando un paso y retrocediendo dos se perfila en Antonio López de Santa Anna. El indio mexicano que se occidentaliza con firmeza en los ideales políticos decimonónicos ya sea en el bando republicano como don Benito Juárez, ya en el bando imperial como Tomás Mejía.

El mestizo triunfante que decide mantener un estado ambivalente entre el afrancesamiento de la dictadura y la vocación indigenista lo encontramos en el general Porfirio Díaz. En suma, una visión romántica y hasta trágica de la mexicanidad dignamente retratada en la novela de Ignacio Manuel Altamirano, Clemencia.

En los últimos años ha rebrotado con cierto entusiasmo un revisionismo sobre el papel de la mexicanidad, sus orígenes y el cauce al que debe reconducirse en tiempos de globalización. A 501 años de la caída de Tenochtitlán y el surgimiento de un México incipiente, lo más importante es la unidad que nació de ese proceso, traumático, alegórico, destructor, creador, y todo al mismo tiempo.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

MAAZ