DESDE AFUERA

¿Izquierda? ¿Derecha? ¿Qué es eso?

Ser de izquierda o derecha está en la opinión de cada quién y respecto a otros. ¿Es de izquierda eternizarse en el poder mediante la fuerza? ¿O favorecer la intervención del Estado en la economía? ¿Es de derecha favorecer el libre mercado? ¿O la creación de clases medias?

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Una vez más, resuenan en América Latina los calificativos de izquierda y derecha.

Pero la verdad, mientras más se mencionan menos claro quedan.

Ser de izquierda o derecha está en la opinión de cada quién y respecto a otros. ¿Es de izquierda eternizarse en el poder mediante la fuerza? ¿O favorecer la intervención del Estado en la economía? ¿Es de derecha favorecer el libre mercado? ¿O la creación de clases medias?

Ciertamente son “clichés”, pero al mismo tiempo útiles, porque ser “progresista” quedaría tal vez más en las últimas dos preguntas que en las primeras: después de todo, el libre mercado y la clase media son los motores de desarrollo de todos los países en ascenso y de las potencias, de las Repúblicas Populares como China y Vietnam, a las democracias imperfectas como Estados Unidos e India.

Curiosamente, o tal vez no, son esas las características de sociedades donde el desarrollo económico ha sido acompañado por crecientes demandas de libertad de palabra y de expresión, de reunión y de disensión: donde se proclama la vigencia de la ley.

¿Qué no son perfectos? Las manifestaciones de protesta grandes y pequeñas, por parte de grupos disímbolos, son una señal de sus carencias; el que haya disparidades sociales y económicas es parte de sus problemas, pero no necesariamente de su fracaso.

La mayoría de las sociedades, idealmente, busca establecer mejores fórmulas para facilitar el ascenso y brindar un piso parejo a todos sus componentes, mediante educación y oportunidades, para que cada quien pueda llegar tan lejos como su talento lo permita.

Pero ser abogado de los necesitados no es sinónimo de vocación religiosa o de militancia política. ¿De qué sirve un reclamo social, tan justo y antiguo como se quiera, si no para establecer la necesidad de un suelo parejo y no para ofrecer espejismos de bonanza sin sustento? ¿De qué sirve una revolución social si los hijos de la clase gobernante –de cualquier sistema– reciben mejor educación, conexiones y accesos que los de los supuestos beneficiarios?

El problema no son los fines. Las religiones mayores, en especial las cristianas, las musulmanas y sus equivalentes marxistas, favorecen la justicia social y económica.

El problema está en los métodos. No se trata de milagros, no los hay. Un grupo marginado ahora seguirá así a menos que se le brinden oportunidades y educación para aprovecharlas.

Cierto que sus circunstancias pueden mejorar temporalmente, pero no pueden ser entrenados eternos del estado.

¿Izquierda? ¿Derecha? Algún humorista decía que el capitalismo era la explotación del hombre por el hombre y el socialismo exactamente lo opuesto.

Quizá lo mejor sea que el sistema, cualquiera que sea, ofrezca respeto de la ley, reglas claras, educación y oportunidades, salud y seguridad lo más igualitariamente posible. Es su obligación, para eso se elige a quienes ofrecen establecerlo y se deja de votar por quienes fallan.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1

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