MALOS MODOS

La casa del dragón

La casa del dragón, la precuela de Juego de tronos, vino al mundo con dos desafíos

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La casa del dragón, la precuela de Juego de tronos, vino al mundo con dos desafíos de esos que cualquier productor preferiría no tener: ponerse a la altura de la que muchos consideran la mejor serie de la historia –y que puede no serlo, pero por supuesto es una de las más importantes– y al mismo tiempo remontar el vuelo muy, pero muy por encima de la que, con muy buenas razones, otros tantos consideran la peor temporada de una gran serie hecha jamás, es decir, por encima de la decepción, veneno para las audiencias. Me refiero, claro, a la última temporada, la octava, que efectivamente es una calamidad.

Es pronto para manifestarse, porque a la hora de escribir estas líneas los ciudadanos de a pie apenas podemos ver el primer episodio, pero La casa del dragón parece aquejada de un cierto pasmo, una pachorra que quién sabe si proviene del miedo a desbarrancar o algo parecido. 

Juego de tronos es una joya, al margen de un elenco verdaderamente bordado, unos personajes –sobre todo los malos-malos– francamente adictivos y, en general, una realización impecable, por un brillante equilibrio inicial entre la épica –el heroísmo llevado al extremo del auto sacrificio, las batallas notablemente puestas en escena, ese no sé qué de vieja mitología– y las intrigas palaciegas y los complots geopolíticos, un equilibrio que de buena manera, con naturalidad, al menos antes de la malérrima última temporada, terminó por romperse en favor de la épica.

En su arranque, La casa del dragón avisa de la épica por venir pero se concentra de plano en la intriga palaciega, muy en el estilo de las primeras temporadas de la serie original, nada más que ni de lejos con tan buena fortuna. Hay algo de ya visto, incluso de predecible, que no permite que despegue del todo el capítulo inicial, en mi opinión un tanto letárgico y un poco artificioso. 

¿Logrará despegar esta precuela tan esperada? Es posible. No es que estamos ante un arranque catastrófico, ni mucho menos, y para contar esta historia, que transcurre un par de siglos antes que la de Juego de tronos, está de vuelta el gran ausente de la última temporada: George R. R. Martin, el autor de la serie de libros original, que figura entre los guionistas para adaptar, otra vez, una novela suya, Fuego y sangre.

Ojalá que su regreso sea también el de esa crueldad francamente nunca vista en televisión, esa sexualidad kinky y esa capacidad para construir personajes éticamente contradictorios, impredecibles, capaces de parecernos detestables justo antes de empezar a resultarnos simpáticos y a veces hasta entrañables. Esperemos, pues, con paciencia, semana a semana, para ver si estamos ante el relanzamiento de un universo rico todavía en posibilidades o, por el contrario, ante una clausura tibia, olvidable y, eso sí, evidentemente cara. 

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09 

                         

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