COLUMNA INVITADA

¿Exigencia desmesurada?

El escrutinio público a la vida de los gobernantes suele sobrepasar los límites de lo conveniente

OPINIÓN

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Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La mayoría de los funcionarios públicos de alto rango saben, o eso suponemos, que serán sometidos a un escrutinio público a veces implacable. En algunas ocasiones de manera justificada, y quizá en otras no tanto, sobre todo, cuando esa inspección rebasa los límites del oficio del escrutado y se cuela al terreno de lo personal.

Hace unos días, la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, se vio envuelta en una serie de escándalos por su aparente afición a las fiestas. Sus críticos afirman que esa conducta pone en tela de juicio su capacidad para seguir en el cargo. El comportamiento generó un profundo debate al grado de que Marrin tuvo que someterse a un antidopaje del que salió negativa.

Me llama la atención lo que estos eventos han generado en la opinión pública y la percepción que nos hacemos de quienes nos dirigen. Uno podría pensar que, por tratarse de Finlandia, progresista y muy liberal en derechos y libertades individuales, este tipo de episodios no tendrían por qué generar tanto alboroto.

Por un lado, hay un obvio golpeteo político contra Marin, y por otro, está la idealización que hacen los electores de quienes eligen para cargos públicos.

Entonces, me pregunto, ¿cuál es el límite al momento de pedirles cuentas a quienes nos gobiernan? En cierto sentido, ¿su vida privada también es competencia del fuero común una vez que entran en funciones?, ¿están obligados a dar explicaciones de cada paso que dan?, ¿o esto sólo importa si hace público? ¿Un político debe renunciar a llevar una vida “normal”?

¿Somos tan ingenuos como para creer que, una vez cerradas las puertas de sus alcobas, nuestros funcionarios siguen una vida y rutina “ejemplares”? ¿El hecho de que salgan de fiesta los vuelve incompetentes? Para un latinoamericano que uno de sus gobernantes salga de fiesta o asista a festivales de música sería la última de sus preocupaciones.

Sin embargo, el escrutinio de este lado del Atlántico a veces también rebasa algunos límites, y aunque es cierto que sucede en menor medida, esto se debe también a que nuestras realidades son diametralmente opuestas. Sin negar los propios problemas domésticos con los que cualquier país tiene que lidiar, es un poco triste aceptar que la calidad de muchos de nuestros políticos es infinitamente menor si los comparamos con la primera ministra de Finlandia. Para muestra, hay que ver la manera en que ella y su equipo han manejado esta crisis: dar la cara y explicar.

Quizá no hay que poner la vara tan alta y simplemente demandar a quienes nos gobiernan que cumplan, en la medida de lo posible, con sus responsabilidades. Quizá habría que ser más sabios al momento de discernir cuándo efectivamente se está frivolizando el ejercicio de la política. Quizá si dejamos de idealizar a los políticos, podamos entender que las sociedades se forjan con el esfuerzo de todos.

POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS

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