COLUMNA INVITADA

Cuando Manila era China

La travesía por el océano pacífico oscilaba entre tres y cuatro meses, dependiendo del humor del viento. La aventura duró 250 años, de 1565 a 1815

OPINIÓN

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Alberto Barranco/ Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Al estruendo brutal de las salvas de los cañones del navío en proa a la bahía, respondía, puntual, el rugido de las baterías emplazadas en el Fuerte de San Diego, en el preámbulo para el estrépito de campanas convocadas a repique en la capital de la Nueva España y el encendido de incensarios, cirios y lumbreras de la Catedral para un solemne Te Deum. 

La parafernalia anunciaba la llegada feliz al puerto de Acapulco de la Nao de China. La gritería iba de la subasta inicial de maravillas para mercaderes de Sudamérica al alineado de la mulada para llevar el remanente de mercaderías chinas, persas, hindúes, camboyanas y, naturalmente, filipinas, a los mercados conocidos, en reflejo del nombre del de origen en Manila, como Parían. Así Antequera, hoy Oaxaca, Guadalajara o Valladolid, hoy Morelia.  

El de la Ciudad de México ocupaba casi dos tercios de la Plaza Mayor. 

A su enjambre de improvisados mostradores llegaba un largo desfile de estiradas damas, escoltadas por 10 sirvientes canasta en ristre, dispuestas a un regateo que oscilaba hacia arriba o hacia abajo dependiendo de la intensidad del capricho del comprador… o de la ingrata presencia de alguna necia adversaria. 

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El botín más preciado eran los vestidos de seda con bordados en hilo de oro, aunque la puja la calentaba el colorido de exóticos biombos o los baúles de cedro labrados y decorados a la usanza de la India, además de la belleza de tapetes y alfombras persas o de tibores y vasijas de porcelana china. 

Ahí estaban las especies codiciadas por Cristóbal Colón, pimienta, canela, azafrán…

La Nao de China, Galeón de Manila o Galeón de Acapulco levaba anclas dos veces al año. 

La travesía por el Océano Pacífico oscilaba entre tres y cuatro meses, dependiendo del humor del viento. La aventura duró 250 años, de 1565 a 1815. 

Tomado el puerto de Acapulco por el genio militar de Morelos, el virrey decidió cerrar el paso a la navegación…y desde luego al cobro de aranceles por parte de los enemigos de la corona. En la ruta se perdieron ocho barcos, ya por ataque de piratas ingleses o naufragios.

La bitácora está plena de historias.Aunque el primer viaje, ocho cañones, 150 marinos y 300 arcabuceros salió del puerto de Navidad, hoy Barra de Navidad, en una flota de dos galeones y dos gabarras construidas en la Nueva España, bajo el mando del capitán Miguel López de Legazpi, a su regreso el destino fragmentó la caravana. 

Al fragor de una tormenta, uno de los galeones, San Pedro, cuyo timón lo llevaba el fraile agustino Andrés de Urdaneta, se desvió de ruta… derivando, sin embargo, al puerto de Acapulco. 

El recorrido se había reducido a sólo 130 días, 20 menos de lo esperado. 

 

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Descargada la preciada carga, el barco permanecía 30 días en espera de la mercancía de retorno en devota fidelidad a la regla de oro del comercio: reciprocidad. 

El país exportaba 300 toneladas de productos, con énfasis en barras de plata. 

La lista integraba cacao, vainilla, café, vinos, cochinillas, ganado bovino y caballar, además de pieles, cueros, azufre, clavos, cereales, aguardiente y gran cantidad de vasijas y mosaicos de Talavera.

En la Nao de China llegó la princesa mogola Mirra, a quien la tradición ubica como la China Poblana. 

La niña fue vendida y revendida como esclava, asentándose en Puebla donde se bautizó como Catalina de San Juan. Su vistoso faldón y blusa blancas bordados a mano con hilo de colores vivos la convirtieron en referencia de extranjera mexicanizada. 

En la Nao de China llegó, en busca de clandestinidad, el amor prohibido de una pareja de español y morisca, cuyo padre había sido sentenciado a muerte por la Inquisición. 

Siendo marino, el hombre procedente de Cádiz fue contratado como capitán de un barco de la ruta, lo que provocó dolorosas separaciones. La mujer cruzaba los días previos al regreso en obsesiva vigilancia desde el muelle. 

Una tarde la asaltó el asedio de un marino, a cuyo desdén sería secuestrada. En trance de ser mancillada, la joven prefirió la muerte por mano propia. 

Enterado, el marido buscó al ofensor hasta ubicarlo en Macao. La venganza fue implacable. 

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En la Nao de China, salió de Manila Felipe de las Casas, fraile menor franciscano, para celebrar su primera misa en su natal Nueva España. 

Asediado por una terrible tormenta, el barco sería empujado a las costas de Japón donde el religioso sufriría el martirio, a la par de 26 compañeros sacerdotes y catequistas nativos. De su muerte nació San Felipe de Jesús, primer santo mexicano. 

En mayo de 1815 el Galeón de Manila levó anclas por última vez.

POR ALBERTO BARRANCO CHAVARRÍA

EMBAJADOR DE MÉXICO ANTE LA SANTA SEDE

@ALBERTO19279815

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