COLUMNA INVITADA

Volver al origen

¿Dónde podemos buscar las respuestas al conflicto entre la legalidad impuesta, su legitimidad y la justicia?

OPINIÓN

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Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Pienso en México, en la polarización irracional y las confrontaciones entre el oficialismo y la oposición; las verdades a medias, las mentiras, la manipulación de unos y otros; la desfachatez de comunicadores y el insoportable cinismo de funcionarios, todos al amparo de la libre expresión, y pregunto ¿dónde podemos buscar las respuestas al conflicto entre la legalidad impuesta, su legitimidad y la justicia? 

¿Puede generarse alguna idea para experimentarse en una filosofía de contradicción y abandono de la lógica tradicional? 

¿Dónde podemos encontrar otra dimensión de la política, un antídoto contra la conciencia rígida y rebelarnos contra los símbolos? 

El Tao Te Ching, de Lao Tsé, privilegia el principio básico del Camino (Tao), consistente en “obrar sin obrar”, es decir, obrar de acuerdo a la naturaleza original, sin violentar sus normas. 

La filosofía del taoísmo sostiene que la mayoría de las creaciones humanas, entre ellas, las leyes, los jueces, gobernantes, jerarquías, constituyen corrupciones del Tao y la naturaleza, y ante ello, contrapone la inacción. 

¿Inacción? Más de uno podría sentir ardor, incluso, furia, al evaluar esta opción, pues lo convencional, ha sido la acción directa y activa. 

¿Será posible que podamos llegar a sostener que el mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto? 

Volver al origen, aspirar a recuperar los valores de una sociedad, pero sin ingenuidad. 

¿Podría implantarse una idea práctica que se presente más como una contradicción que, como un ideario a realizar, como la indispensable dimensión desordenada de la realidad social? 

¿Cómo decodificar la conciencia rígida? y, a partir de ahí, asumir entonces que la última función de lo simbólico es liberarnos de lo simbólico: devolvernos a la realidad que fluye. 

Decía Lao Tsé, “suprimid la sagacidad, descartad la pericia, y el pueblo se beneficiará cien veces; suprimid el humanitarismo, descartad la justicia, y el pueblo recobrará el amor a sus semejantes”.  

Y si bien esto parece el típico proverbio en las galletitas de la suerte, hay algo más. 

En el Tao Te Ching se desarrolla una manera de entender la vida y el comportamiento individual de forma natural, lógica, intuitiva, no forzada, que se relacione no sólo en sociedad, también con la naturaleza. 

Establece que este equilibrio sólo lo puede encontrar una sociedad de personas conscientes, igualitarias, despiertas, que aborrezcan a sus líderes por ser parciales, impulsivos y caprichosos. 

Una sociedad que rechazase sus leyes y sus obras cuando provengan del abuso, el exceso o la privación. 

Una política basada en el conocimiento y no en la fuerza. 

Un gobierno del pueblo, de iguales. 

Una economía de necesidad, prudente y de consumo consciente del entorno.

Lo imposible sólo tarda un poco más.

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ
@DIEGOLGPN

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