COLUMNA INVITADA

La izquierda a prueba

El reto se trata, como nunca antes, de resultados, de generar agendas ordenadas y constructiva

OPINIÓN

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Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El mapa político de América latina ha cambiado drásticamente. En medio de la falta de crecimiento y desarrollo, de la corrupción y la falta de planeación, de la desigualdad y la pobreza, se generaron las condiciones óptimas para la consolidación de la izquierda como alternativa política. Desde México hasta Argentina, a la espera del triunfo de Lula en Brasil, el domingo pasado Petro tomó protesta en Bogotá, acompañando así la ola de transformación que indudablemente inicio los vientos de cambio desde México; las apuestas de quienes pensaron que nuestro país se convertiría en Venezuela, Bolivia o hasta Cuba, han desaparecido. 

La realidad de la izquierda moderada, con inspiración marcada por el socialismo europeo, a diferencia de otros momentos políticos o económicos, no fundamenta su oferta en virajes económicos abruptos, lo hace buscando atacar el statu quo de la clase política de derechas y de centro, que no han podido marcar una agenda de desarrollo capaz de generar progreso en la región lejos de la frivolidad y la corrupción. La ola de izquierdas moderadas triunfando en Latinoamérica tienen un primer resultado contundente: la desaparición del centro político y la polarización, la nueva narrativa fundada en la posibilidad de convertir el pasado reciente, aquel de la Latinoamérica reformista y neoliberal, de la globalización y del libre comercio, en el momento máximo del fracaso de la región. 

La pobreza, desigualdad, informalidad e inseguridad se pasearon cómodamente por la región, sin que existieran respuestas contundentes, sin que hubiera resultados que alentaran esa agenda reformista. Las clases medias se convirtieron en los más grandes escépticos de la promesa neoliberal; los ricos mientras tanto más ricos que nunca, los pobres ciertamente mejor que antes, pero en medio, donde el desarrollo debía de convertirse en un gran trampolín hacia un futuro diferente, las cosas no cambiaron, y allí reventó la cuerda: el sistema de salud y educación no mejoró del todo, el sistema pensionario sin respuestas, el mercado de trabajo informal como siempre, la productividad y la innovación no aparecieron en la región. Visto desde el concierto global, Latinoamérica ha dejado de ser sexy para las inversiones, y el futuro desde aquí, carece de la emoción que tienen ahora Asia, el Medio Oriente, y posiblemente algunas regiones de África. 

La prueba que viene para la izquierda es enorme. El reto no se trata de inventar alguna narrativa alternativa, esa ya la lograron escribir, no se trata de demagogia ni de populismos tampoco. Se trata como nunca antes de resultados, de generar agendas ordenadas y constructivas, se trata de políticas públicas que tengan profundidad y que atiendan con nuevas herramientas los viejos problemas que se han enquistado aquí. 

La pobreza y la desigualdad sí pueden superarse, la inseguridad puede abatirse, la informalidad debe acabarse; la ruta del triste destino latinoamericano debe cambiarse, en paz, sin sobresaltos, sin rupturas, cuidando el concierto de las libertades y la democracia, la izquierda tiene la responsabilidad histórica de lograr construir un nuevo sueño latinoamericano, común, cierto, plural, progresista. 

La oportunidad para la región es histórica. Ante los embates de posturas extremas tanto de derecha como de izquierda, ante los retos que supone el cambio climático, ante una sociedad cada vez más exigente y harta del rezago y la exclusión, el momento de poner los cimientos para un mejor futuro es hoy. Ojalá que la clase política sepa leer estos mensajes y actúe en consecuencia. A nuestro continente, a la gente que vive en él, y a nuestra democracia, les urge contar con líderes que estén a la altura.

POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS

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