MALOS MODOS

La cuota de humillación

Si eres de los que saben aprovechar el sufrimiento ajeno para mejorar la imagen propia, puedes llamarla cínicamente “ventana de oportunidad” o alguna aberración parecida

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El Presidente tiene razón: como “servidor público” le toca pagar una “cuota de humillación”. Estuvo feo. Muy feo. Cuando luego de cinco días, que son muuuuchos, se apareció por fin en Coahuila, donde a la hora de teclear esta columna varios mineros siguen enterrados en una mina, una mujer, familiar de uno de ellos, con inapelable sentido del sarcasmo, dijo ante la cámara: “Señor Presidente… le agradezco que haya venido a tomarse la foto conmigo… Gracias, y espero que sus fotografías le sirvan para su política”.

Para otros políticos, la “cuota de humillación” tiene nombres muy distintos. “Rendición de cuentas”, por ejemplo. O “Empatía”, si eres de los que usa esa palabra neoliberal. O incluso, llanamente, “hacer la chamba”.

Es más: si eres de los que saben aprovechar el sufrimiento ajeno para mejorar la imagen propia, puedes llamarla cínicamente “ventana de oportunidad” o alguna aberración parecida. Funciona, si tienes reflejos y decisión como los de Giuliani, que cuando era alcalde de Nueva York no tardó ni tantito en arremangase, literalmente, y dejarse caer por los restos de las Torres Gemelas.

El titular del Ejecutivo, en cambio, hace bien en hablar de humillación, si te parece humillante que expongan tus carencias.

Lo que dijo esa mujer nos recuerda que el Presidente, como todos, pero más que ninguno, detesta los reclamos y los maneja fatal. Por eso le ponen vallas que mantienen a distancia a los quejosos potenciales en las giras, le blindan el Zócalo y le ponen al pueblo bueno o de telón de fondo, o de actor de reparto, como proveedor de fritangas y selfies.

Nos recuerda también que es de una frialdad de hielo ante el sufrimiento, sea —va de nuevo, sí— el del hombre que le suplica que mande al Ejército porque su comunidad está secuestrada por los criminales, hombre al que le dijo que ni hablar, o el de los enfermos sin medicamentos, o el de las víctimas de la pandemia, o el de los que se quedaron sin empleo.

Lo que nos recuerda, claro, que tampoco hace la chamba, y que es particularmente incapaz de aprovechar la desgracia en beneficio de su imagen.

beneficio de su imagen. Digo: antes, no atinó a llegar oportunamente a Tlahuelilpan, igual que no fue a los funerales de los marinos muertos, o que el día del culiacanazo, en vez de aparecer en Sinaloa para tranquilizar un poco a la ciudadanía, que tuvo que ver la toma militar de la capital por el crimen organizado, se fue a Oaxaca.

Por supuesto, la cuota la tienen que pagar todos los que trabajan para él.

Es así como una embajadora va a cargarle las maletas a su hijo, y como Epigmenio Ibarra escribe que poner la Guardia Nacional bajo mando del Ejército equivale a desmilitarizarla. Salvo que decir eso sea un efecto a largo plazo del parabrisas que atravesó a 160 kilómetros por hora. En ese caso, claro, toda mi empatía

POR JULIO PATÁN
COLUMNISTA
@JULIOPATAN09

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