COLUMNA INVITADA

La violencia y su convención social

Vivimos tiempos de brutalidad normalizada por el Estado y unas mañaneras que posicionan la agenda

OPINIÓN

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Georgina Trujillo / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Es de todos sabido que las mañaneras se han transformado en el instrumento principal de este gobierno para posicionar la conversación pública en polémicas que resulten cómodas de manejar al Presidente. 

Al tiempo que le habla a sus simpatizantes más radicales con las mismas frases todos los días, escandaliza a la oposición, medios de comunicación y ciudadanos con afirmaciones que, si bien rayan en la ignorancia y hasta la esquizofrenia, tienen poco efecto práctico en la vida nacional. 

De esta manera, puede hablar sobre los altos sueldos de los funcionarios que él mismo escogió, o anunciar el envío de una carta al presidente Biden para, según él, defender la soberanía nacional en el marco del T-MEC. Andrés Manuel López Obrador dirige la conversación a temas infructuosos, polariza a la sociedad mexicana a medida que condena el aspiracionismo, pone apodos a opositores y realiza afirmaciones infundadas. Todo es parte del plan. 

Sirve para tapar una realidad de país mucho peor que en gobiernos anteriores. Por eso logra pasar un tanto desapercibido lo que será el legado más lamentable de este sexenio: un país económica y culturalmente más pobre y violento, como no se veía en muchos años. 

Vivimos tiempos de brutalidad normalizada por el Estado. No importan los ríos de sangre que generan los cárteles y sus huestes, la estrategia no es combatirlos, sino celebrar un pacto sellado con abrazos, no balazos.

Más de 35 por ciento del territorio nacional es controlado por el crimen organizado y con ello la familiarización con una forma violenta de vida. Su impunidad intolerable ha permeado tanto en la sociedad, que ya es parte intrínseca de la cultura. 

Ha contaminado el arte, el entretenimiento, las convenciones sociales e incluso las aspiraciones de los menores de edad. 

Nos acostumbramos a la idea de que las cosas se toman por la fuerza, y de que lo violento es parte de la masculinidad. Es incluso cuestión de honor y algo digno de admirar. La violencia es vital para tener posesiones, y por posesiones también puede entenderse a mujeres, pues en esta cultura, la violencia también es un atributo de la virilidad. 

Machismo. Hipersexualización. Violencia. Impunidad. Caldo de cultivo perfecto que encuentra expresiones cada vez más brutales y pone a las mujeres como el receptáculo de esta cultura que nos erosiona desde adentro. 

No es casualidad que la tendencia en feminicidios y homicidios dolosos a mujeres, lejos de frenar, siga incrementando. En lo que va del sexenio, casi 13 mil mujeres han sido asesinadas. Cada hora en México, una mujer se comunica a las líneas de emergencia para reportarse como víctima de un episodio de violencia o de intento de asesinato.

Cuatro de diez agresores que se reportan, resultan ser pareja o ex-pareja de la víctima. Ante todo lo anterior, la ignominia: 95 por ciento de los delitos cometidos continúan impunes.

Las marchas de mujeres cada año se siguen fortaleciendo, y aunque el gobierno siempre intenta que la conversación gire en torno a pequeños grupos feministas radicales, la realidad es que el reclamo social es legítimo.

Y mientras haya oídos sordos, me temo que el reclamo se irá exacerbando hasta expresarse en el único lenguaje que este gobierno entiende, normaliza y habla: la violencia. 

POR GINA TRUJILLO
COLABORADORA
@GINATRUJILLO

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