LÍNEA DIRECTA

Los símbolos

El aeropuerto Felipe Ángeles, la Refinería Olmeca, el Tren Maya, y el Corredor Transístmico son obras cuya utilidad práctica y rentabilidad son prácticamente nulas

OPINIÓN

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Ezra Shabot / Línea Directa / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En  ingrediente indispensable para ejercer el poder es el de los símbolos. Esas creaciones del hombre para representar cosas que tienen un valor especial y que sirven para demostrar fuerza, pureza, victoria y capacidad de trascender más allá de la existencia humana.

Pero los símbolos que se mantienen en el tiempo se sostienen en eventos realmente ocurridos o que se asumen como tales. 

Gobernar exclusivamente con símbolos carentes de sustento terminan por desecharse una vez que el gobernante que los inventó deja el poder. 

La pureza de la raza aria, la historia de una raza superior a otras y el Estado unitario al que se debía obediencia absoluta fueron símbolos cuya legitimidad desapareció una vez que se terminó el nazifascismo, y con ello se desechadas todas sus absurdas teorías raciales.

La Cuarta Transformación en México, en su intento por destruir la democracia representativa producto del
cambio político iniciado el siglo pasado, ha propuesto nuevos símbolos de mexicanidad y de lealtad al país, que pasan por la sumisión total a la voluntad presidencial y a sus proyectos emblemáticos que, sin tener resultados tangibles, sirven como muestra
de una supuesta modificación profunda.

De esta manera, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la Refinería Olmeca, el Tren Maya, y el Corredor Transístmico son obras cuya utilidad práctica y rentabilidad son prácticamente nulas, pero que, en términos de nuevos símbolos de la Cuarta Transformación, ayudan a construir una nueva leyenda histórica, como lo hicieron con éxito en su momento los ideólogos de la Revolución Mexicana a través la expropiación petrolera, con Lázaro Cárdenas, y luego, en un intento fallido, José López Portillo con la nacionalización de la banca.

No importa si estas cuatro construcciones carecen de lógica financiera y operativa alguna. 

Son los símbolos que apuntalan a uno mayor, que es el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, como caudillo reconstructor del país, es infalible y, por lo tanto, ajeno a la confrontación con la realidad y con la crítica. 

De ahí su admiración a figuras como Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales o Daniel Ortega. 

Líderes latinoamericanos que trascendieron el principio de la democracia representativa para convertirse en símbolos de la inmortalidad de un caudillo y de un modelo de nación.

Y es aquí donde no hay espacio para el disenso. Atentar contra los símbolos del nuevo régimen es un acto de traición que se paga con el destierro de aquellos que no están dispuestos a entender el nuevo orden. 

La lista va creciendo y se acumula en la medida que se acerca el momento del relevo presidencial. Los enemigos no pueden ganar.

POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX
@EZSHABOT

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