Pues sí, nuestro presidente dijo que si Julian Assange va a la cárcel, hay que hacer un movimiento para que desmonten la Estatua de la Libertad. Como era predecible y como es frecuente en él, la iniciativa provocó interpretaciones de los más diversas en medios y redes. En mi opinión, hay dos escenarios posibles. Elijan, les ruego, el que más les convenza o más les tranquilice.
Escenario 1: es una cortina de humo para distraernos de la desastrosa realidad de su sexenio. Si en efecto se trata de eso, es mucho lo que el presidente está dispuesto a sacrificar por ella. De entrada, el mensaje, para México y el mundo, es el de siempre, nada más que radicalizado: no pienso moverme un paso en ningún ámbito, corregir ni siquiera un detalle, porque puedo salir adelante a punta de ocurrencias cada vez más delirantes. O sea, no tiene empacho en poner de los nervios a sus gobernados, que sufren la violencia sin precedentes y la crisis económica autoinducida, o en quedar aún peor con la Iglesia, luego de su respuesta a los asesinatos de los dos jesuitas, o con cualquier posible inversionista, en el entendido de que nadie tendrá muchas ganas de meter dinero en un país con un presidente que propone tirar la Estatua de la Libertad. Por supuesto, no tiene empacho en descomponer otro poco las relaciones con el gobierno de Biden, ni en ofender a un número muy grande de vecinos que ven en la Estatua algo muy suyo, un símbolo, y en hacerlo nada menos que el 4 de julio, el día de su fiesta nacional. De paso, está dispuesto a volver a protagonizar burlas y titulares despectivos en gran parte de los medios relevantes del planeta, un sacrificio raro en quien se propone pasar a la historia no de México, sino del mundo, por su grandeza.
Escenario 2: el presidente está en plan “mi pecho no es bodega” y propone en serio la campaña contra la estatua. Esto significa que sigue clavado con ese papel que asumió hace unos meses, el de líder planetario. Y cómo les explico. Hablamos del hombre que da lecciones con Mussolini en la boca frente a la ONU, llama a la fraternidad universal, le dan medallas en Cuba para que siga aflojando la cartera y cree que puede boicotear la Cumbre de las Américas. Sí: el presidente piensa que puede dar un golpe simbólico en favor de Assange gracias a un liderazgo moral y político de escala planetaria. Dicho sea de paso, piensa también que Assange es un modelo de valor y virtud, y bueno: lejos, muy lejos de ello.
En otras palabras, puede que estemos ante un hombre dispuesto a lo que sea para distraer de una realidad terrible, o puede que estemos ante un presidente en acelerado, auténtico distanciamiento de esa realidad.
En todo caso, es un presidente al que le quedan dos años y pico de escalada verbal. Elijan, insisto, la versión que los tranquilice más.
POR JULIO PATÁN
COLUMNISTA
@JULIOPATAN09
MAAZ
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