COLUMNA INVITADA

La Refinería Olmeca y el costo de las palabras

Tenemos 12 mil mdp invertidos en promesas, discursos triunfalistas y un tremendo culto al ego

OPINIÓN

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Georgina Trujillo / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Imagine usted que lo invitan a la inauguración de un restaurante. Cuando llega, se da cuenta de que hay sillas, pero no mesas. Los platos y vasos son desechables y no hay comida por ningún lado. El gerente trata de explicarle que, aunque hay un menú, no puede preparar ningún platillo porque la cocina del restaurante aún está por terminarse, ya que ha costado más de lo previsto, pero le asegura que en unos años —no tiene muy claro el tiempo— el restaurante podrá satisfacer plenamente la demanda de los comensales.

No dudo que si alguna vez usted se encuentra en dicha situación, considere que definitivamente no se trató de una ceremonia de inauguración en absoluto.

Podemos extrapolar la analogía a niveles cada vez más inverosímiles, pero seguirá sin superar lo que pasa en la realidad con la Refinería Olmeca; una obra de gobierno inconclusa, construida en medio de sospechas de corrupción, la cual presenta grandes sobrecostos y no tiene una fecha específica para comenzar a operar.

Sin embargo, a los hechos evidentes se aplica la máxima que caracteriza a este gobierno: la negación y postverdad. Esta lógica donde lo que cuenta no es el hecho, sino las palabras en sí mismas y quién las emite; por tanto, si se dice que la refinería está inaugurada y es un sueño cumplido, eso es lo que tiene validez, no las evidencias.

No importan los múltiples señalamientos de adjudicaciones directas a familiares, empresas fantasma o sobrecostos misteriosos; ni que tampoco haya una fecha clara para el inicio de operaciones; o el hecho de que aún se ignora cuándo se podrá satisfacer la demanda petrolera nacional.

Cualquier voz discordante o que se atreva a señalar lo anterior, se trata de un intento por obstaculizar una supuesta transformación que vive sólo en las mentes de quienes la pregonan.

Si Felipe Calderón o Peña Nieto hubieran hecho lo que hizo este Presidente el fin de semana, el mismo López Obrador, junto con toda la “izquierda mexicana”, sin duda tendrían bloqueadas todas las entradas a la refinería con todo tipo de reclamos sociales ante la franca simulación y espectáculo del gobierno.

El Presidente se ha convertido en la versión más lamentable de todo lo que criticaba. No entiende de razones, la mitad de sus cercanos tienen tanto o más fanatismo por teorías anacrónicas del concepto de soberanía energética; mientras que la otra mitad de su equipo no se atreve a decirle la verdad de sus sinrazones.

Todos estamos de acuerdo en que es importante que México pueda satisfacer su demanda interna de combustibles, y también en que se deben impulsar proyectos energéticos en el sureste del país. Pero también era importante tener un plan claro, sin ocurrencias y con mucho mejor administración de los recursos públicos.

Tenemos 12 mil millones de pesos invertidos sólo en promesas, discursos triunfalistas y un tremendo culto al ego. Ese es el problema con el gobierno y sus palabras, que sí nos cuestan dinero y mucho.

Para cuando la refinería esté completada y en operación, estaremos más cerca del uso masivo de automóviles eléctricos, meta que muchos países y empresas tienen prevista para 2030.

México seguirá importando gasolinas caras, adquiridas con excedentes petroleros, los cuales más que servir para una inversión pública efectiva, sólo sirven para sostener artificialmente los precios internos de las gasolinas. Un círculo vicioso que tendrá nefastas consecuencias más temprano que tarde.

Nuestro país, hoy, por efectos externos y decisiones equivocadas del gobierno, se enfila a una recesión económica severa en el corto-mediano plazo. Pero de eso hablaremos en la siguiente columna. 

POR GINA TRUJILLO
COLABORADORA
@GINATRUJILLOZ

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