MALOS MODOS

La caricatura de Hitler

El monero Rapé publicó en Milenio un cartón en el que se ve a Hitler en el acto de decir, ante la infame comparación que hizo el presidente de Carlos Alazraki

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El monero Rapé publicó en Milenio un cartón en el que se ve a Hitler en el acto de decir, ante la infame comparación que hizo el presidente de Carlos Alazraki con él, que nunca lo habían “ofendido tan gacho”. En un tuit, califiqué el cartón de “inmundicia”, cosa en la que acerté, y dije enseguida que Rapé no tenía la inteligencia suficiente para darse cuenta de que lo es, aseveración en la que fui, en cambio, muy poco preciso. Chumel Torres contestó que por supuesto que el monero sabe lo que hizo, y tiene razón.

En efecto, incluso a Rapé la da la cabeza para saber que su “chiste” es un ataque artero, vil, dirigido, primero que nada, a posicionar a su autor a la cabeza de esa competencia por quedar bien con el presidente, la competencia que sostiene con sus camaradas Hernández y El Fisgón. Lo que quise y no atiné a decir es que Rapé no es capaz de darse cuenta cabalmente de la inmundicia que publicó. Su cartón de Hitler es paradójico.

Por un lado, resulta llamativamente simplote, incluso en el contexto de la caricatura pro AMLO. Al mismo tiempo, es nefasto en una tremenda cantidad de niveles: por el antisemitismo que desde luego lo motiva, por la indecencia radical de establecer analogías entre un crítico y un genocida, por la relación bochornosa que refleja con el poder presidencial, y la lista sigue. Bueno, esa sofisticación de la nefastez, tan contrastante con lo ramplón del chiste –la marca de la casa–, es del todo inconsciente. A eso me refiero cuando digo que la estupidez es compatible con ser nefasto.

Si me he detenido en Rapé es, primero, porque esa zafiedad malintencionada me parece un rasgo central de toda esta administración, de la que el monero es a un tiempo propagandista y reflejo, y enseguida porque ha filtrado la cultura, esa cultura que pagamos con nuestros impuestos. La misma combinación de poquísima agua en el tinaco y muchísima mala fe es la que vimos en El Fisgón cuando, en el programa del Chamuco, coreaba la idea gateliana de que lo de los niños con cáncer y sin medicinas era parte de un intento de golpe de Estado, o, ahí mismo, en Hernández, que asentía mientras murmuraba algún lugar común  sobre que eso es “de manual”, hagan de cuenta que hubiera hecho doctorado en el tema.

Bien, lo que pasa es que La Jornada o Milenio tienen todo el derecho de incluir a ese trío en sus nóminas. En cambio, verlo en la televisión gubernamental es –con el permiso de aquel programa de Ackerman y Sabina Berman– la muestra más elocuente de los niveles ínfimos que llega a alcanzar la TV cultural en este sexenio, a nuestras expensas. Y eso, por supuesto, es mucho más discutible.

A propósito de la competencia de lambiscones, Rapé la va perdiendo. Nadie lo pela en Palacio Nacional. A ver si con las bromitas de Hitler.

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09 

MAAZ