COLUMNA INVITADA

¿Por qué es correcto "todes"?

Querida RAE: Te invito a que el fonema “e” adquiera estatus de morfema en tu siguiente edición

OPINIÓN

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Itziar Gómez / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Mi objetivo es hacer de ésta una apología de “todes” y del lenguaje inclusivo en general, desde mi modesta y limitada visión. Igualmente, por razones de espacio, será un tanto simplista y breve.

Comenzaré con una recapitulación de la importancia de la palabra como formadora de la cosmovisión de una cultura.

Para quienes estudiamos Filología, Letras, Lingüística o sus variantes, Antonio de Nebrija y su Gramática de la lengua castellana es una de las primeras obras de estudio. En el año de su publicación, en 1492, cayó el último reino nazarí de Granada. La Reina Isabel I de Castilla y Aragón necesitaba unificar a la península. Para ella, era importante impulsar una identidad común y una cosmovisión compartida ante una gran diversidad de poblaciones y culturas. ¿Cómo lo logró? A través del idioma, cuya piedra angular en materia gramatical fue la obra del citado autor. A pesar de su importancia, si alguien se asoma en dicha obra encontrará que refleja poco de nuestra gramática actual y que está llena de anacronismos.

Toda lengua es cambiante y es un mapa o retrato de la cosmovisión de sus hablantes. Un ejemplo que me parece que ilustra la diferencia es la dificultad de traducir el “te quiero” al inglés. ¿Ponemos “I love you” o “I like you”? ¿Cuál es el nivel afectivo que los separa? El español es específico en ese sentido, pues tiene una distinción entre el “te quiero” y “te amo” que carecen otros idiomas.

Otro ejemplo es “sobremesa”, ese periodo para charlar después de la comida, lo cual es una práctica común en los países hispanohablantes. Lo más cercano al inglés es “after-dinner conversation”, pero en realidad no aborda la conversación posterior o no contempla que ésta puede darse también al mediodía.

Todos los diccionarios portugués-español señalan la dificultad de la definición de “saudade” en nuestro idioma. Algunos lo vinculan con la añoranza o la nostalgia. Sin duda, es una palabra que identifica a la cultura portuguesa y sus hablantes, pero que no tiene un significado profundo en nuestro idioma.

Por tanto, como escribió el filósofo europeo Ludwig Wittgenstein, “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. La buena noticia es que la lengua está viva. Recordemos que el latín, a través de las conquistas, derivó en las lenguas romances que, a su vez, resultaron en diversas lenguas siglos después; entre ellas, el español actual.

El latín, antecesor de nuestro español actual, tiene tres géneros: masculino, femenino y neutro. Sin embargo, perdimos el género neutro en el camino por, probablemente, un cambio en la cosmovisión de la cultura hispana. En el español es claro el binarismo (con raras excepciones) que se propaga hasta el momento, el cual divide el mundo en masculino y femenino, cuando el género no debería ser binario. Y cuyo nombre correcto para nombrar a la colectividad es el uso genérico del plural masculino “todos”. En una reunión, si hay cuatro mujeres y un hombre, lo correcto para la Real Academia Española (RAE) sería: “estamos todos”, aun cuando exista una mayoría de mujeres.

La RAE ha sido muy generosa a la hora de actualizarse con la Cuarta Revolución Industrial. En la actualización del diccionario de diciembre de 2021, aparecen términos como bitcóin, bot, ciberacoso, ciberdelincuencia, criptomoneda, geolocalizar o webinario. Sin embargo, esa misma RAE que se actualizó con las nuevas tecnologías, respondió hace cerca de un año que el “lenguaje inclusivo es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna".

Si las mujeres no nos sentimos representadas en el “todos”, imagino lo que debe sentir una persona no binaria al ser forzada a entrar en esa “o” impuesta, la cual se siente más como un apretado y anacrónico corsé. Por supuesto que supone discriminación sexista cuando somos muchas las, los y les hablantes que no nos sentimos parte del “todos”.

Quienes defienden la visión binaria del género de las personas argumentan un uso “puro del lenguaje”. Me parece que debemos apuntar a que nuestra lengua evolucione antes de apostar a invisibilizar a una parte de la sociedad.

En las últimas décadas se han difundido ejemplos y casos que deben transformarse en nuestra lengua. Si bien tengo claro que los cambios no comienzan en ella, sino en la sociedad, soy optimista de que la realidad y la reflexión marcarán su evolución, pues cada vez somos más hablantes quienes valoramos las diferencias y deseamos modificar los paradigmas de nuestro idioma.

Querida RAE: Te invito a que el fonema “e” adquiera estatus de morfema en tu siguiente edición.

POR ITZIAR GÓMEZ JIMÉNEZ
DIRECTORA DE PLASMAR COMUNICACIÓN

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