COLUMNA INVITADA

Derecho, signo de libertades

Somos responsables de velar por la más valiosa virtud humana: la justicia

OPINIÓN

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Rafael Guerra / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México

Hoy, las y los abogados de México celebramos la identidad que nos une con nuestro mundo y nuestro tiempo. Invito a compartir el orgullo de esta sublime profesión para renovar la fuerza de nuestra vocación.

Aprovecho la fecha para rendir un merecido homenaje a uno de los abogados y constituyentes más distinguidos de nuestra historia, don Ponciano Arriaga, quien murió el 12 de julio de hace 157 años.

De su pluma, los mexicanos heredamos no sólo gran parte del texto constitucional de 1857; también una visión que invoco para inspirar nuestra labor futura.

Arriaga vaticinó: “Algún día llegarán al poder personas de honor, de moralidad y de conciencia; algún día serán cumplidas las promesas y respetados los juramentos, algún día las ideas serán hechos y la Constitución una verdad”.

Su pronóstico me inspira a creer que cada generación está destinada a superar los esfuerzos de las que la anteceden. Nos invita a reconocer la realidad inmanente de la vida humana: las personas mueren, las civilizaciones caen, pero los ideales permanecen.

El Día de la Abogada y el Abogado es la oportunidad para recordar que los ideales son la única forma de trascender la vida material. De los millones de abogados en la tierra, ninguno será capaz de llevarse un grano de arroz a la otra vida, pero nuestros ideales trascenderán y migrarán de un cuerpo a otro, de maestro a alumno, hasta hacerse realidad.

Nuestro polvo y sombra desaparecerán; pero la vocación por la justicia, la libertad, la propiedad, la paz y la búsqueda de la felicidad son un lenguaje común entre los pueblos soberanos y democráticos del mundo aún cuando no caminemos más en la Tierra. Eso nos convierte en herederos y custodios del patrimonio más importante de la humanidad: el Estado de Derecho. Los abogados debemos inspirarnos en la imagen de una Justicia ciega para quien no hay invisibles.

Eso significa imparcialidad y sensibilidad; sustituir la indiferencia con conciencia y convertirnos en libras de su balanza y filo de su espada. Todos los abogados estamos unidos como discípulos de Justiniano y estudiantes de las glosas de Irnerio en el Corpus Iuris; aprendices de la Escuela de Bolonia y su legado analítico; alumnos de Alfonso 10º El Sabio y sus Siete Partidas; herederos de la Revolución Francesa y su influencia definitiva del Código Napoleónico. Somos la antítesis del caos y de la guerra; instrumentos de orden y del inmenso potencial creador de la razón humana y su consenso.

La práctica del Derecho es signo de una sociedad de libertades, instituciones y prosperidad. Donde los abogados no pueden realizarse, no podrán hacerlo la justicia, el orden, ni la paz.

Las y los abogados podemos convertir a la libertad, de una probabilidad a una certidumbre; de un mero adjetivo, hasta proclamarla como un sustantivo en la vida de cada individuo y todas las naciones. Somos responsables de velar por la más valiosa aspiración y virtud humana: la justicia.

Eso nos coloca en la dialéctica entre el juzgador y la víctima, en peritos en leyes que escuchan, asesoran y aconsejan a las partes. Representamos el estudio profundo, el criterio de formación permanente y actualización obligada.

El imperio de la ley y la majestad de la justicia no son un legado de los tribunales ni las cortes. Son victorias cotidianas de personas que todos los días entregan su vida a la aplicación, vigilancia y creación del Derecho.

Las y los abogados somos el verdadero espíritu de las leyes, los códigos, las sentencias y de la jurisprudencia. Somos la fuerza viva que hace posible la legalidad. En el siglo XXI, nuestro papel en la evolución racional del mundo es trascendente porque la dotamos de horizonte. Pero eso no nos libera de los importantes rigores que hacen de un día como hoy, un reconocimiento a su disciplina y entrega. Sé que puedo hablar con el respaldo de toda la comunidad que integra el Poder Judicial de la Ciudad de México y la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de la República Mexicana, al decir que estos ideales son realidades palpables, hechos que debemos proteger y vivir intensamente. De nuestra firmeza en este propósito depende la supervivencia de la raza humana. Celebramos la vocación e identidad que compartimos. Muchas felicidades.

POR RAFAEL GUERRA ÁLVAREZ

MAGISTRADO PRESIDENTE DEL PODER JUDICIAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO

@MAGRAFAELGUERRA

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