LA NIÑA DE LA MONTAÑA

Tres formas de la luz

¿Qué se esconde detrás de estas cifras? El rostro de la desigualdad y de lainjusticia

OPINIÓN

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Eufrosina Cruz Mendoza / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México

Cuando yo nací no había energía eléctrica en mi pueblo; el mundo se pintaba de colores sólo con el sol y volvía a cubrirse de oscuridad al caer la noche. Ese ciclo se repetía de manera incesante día tras día desde tiempo inmemorial. La oscuridad solo se interrumpía por la lumbre de un ocote para darle unas horas más de vida a nuestras infancias inquietas.

Así aprendí a hacer mis tareas al caer la noche: con esa lumbre de ocote que conectaba las letras y los números con un mundo dentro de mi cerebro. Era una sensación de seguridad, de complicidad entre la luz y yo. Ese era mi mundo, un mundo de colores tenues y formas difusas, que acompañaban a mis dedos pequeños cuando cogían un lápiz y una hoja de papel.

Pero un día la oscuridad se rompió; mi mente no podía creer lo que veían mis ojos. Llegó al pueblo un grupo de jóvenes misioneros que llevaban una caja de luz dela que salían imágenes que se proyectaban sobre una sábana blanca pegada a la pared. Hoy sé que aquello era un viejo proyector de cine, pero yo solo tenía en mi mente que era la tercera fuente de luz que conocía: el sol, el ocote encendido y esa caja maravillosa que producía imágenes de personas y lugares sorprendentes y desconocidos. Pero lo más importante es que esa incipiente tecnología me abrió la mente para soñar con otros mundos y construir mi propia ruta de navegación hacia la libertad.

Ese día supe que quería conocer los lugares que mostraba el proyector de cine y quería jugar con esas niñas y niños de cabellos rizados y ojos claros en otros lugares del mundo. El día que descubrí esa luz, también decidí que solo la educación me iba a sacar de ahí y me iba a llevar a conocer otros horizontes: la niña de la montaña había encontrado su camino y la razón de su rebeldía.

Hoy las cosas son muy distintas en Quiegolani, pues ya existe luz eléctrica y hasta conexión a internet. Muchos jóvenes tienen acceso a redes sociales y al conocimiento de la web. Pero la brecha educativa sigue siendo inmensa y muy pocos logran alcanzar sus sueños.

Según un reporte del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE), 4 década diez primarias y 7 de cada diez secundarias en México, contaban antes dela pandemia con una computadora para uso educativo, y casi 7 de cada diez escuelas tenían acceso a internet. En contraste, solo el 0.04 por ciento de las primarias comunitarias y el 1.9 por ciento de las secundarias comunitarias, así como el 23.6 por ciento de las primarias indígenas, disponían de unacomputadora. En promedio, solo una de cada cien primarias indígenas tenían conexión a internet.

¿Qué se esconde detrás de estas cifras? El rostro de la desigualdad y de la injusticia. Como decía mi maestro Joaquín de la primaria multigrado allá en la montaña de Quiegolani: la suma es la madre de todas las operaciones aritméticas. Por lo tanto, en política educativa también hay que sumar y no restar.

Es hora de cerrar la brecha digital que nos separa del resto de la población y eso no atenta contra nuestra cultura. Sólo con unidad vamos a lograr que nuestraniñez y juventud se atrevan a romper paradigmas y encontrar su propia luz, esa que el sol, el ocote y un viejo proyector de cine encendieron una vez para alumbrar mis sueños y descubrir que con educación siempre hay un camino haciala justicia y la igualdad.

POR EUFROSINA CRUZ MENDOZA
ACTIVISTA DEFENSORA DE LOS DERECHOS HUMANOS
EUFROSINA.CRUZMENDOZA2021@GMAIL.COM

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