POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

La única ley

En México hay una ley absolutamente inviolable: la no reelección presidencial. Esa ley es la clave de la estabilidad nacional porque, más allá del cambio de partido en el poder, garantiza la circulación de élites y renovación sexenal del gobierno federal.

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La muerte del expresidente Echeverría ha sido objeto de muchos juicios y comentarios, la mayor parte negativos. Se le asocia con las matanzas de estudiantes del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, con la represión de las guerrillas en Guerrero y Oaxaca de esos años, y lo que después se denominó como la “guerra sucia”. Su enfrentamiento con los empresarios, y su errático manejo de la economía, derivó en una devaluación del peso y una grave crisis económica.

Muchos también lo comparan con el presidente López Obrador, por su retórica populista, y su enorme concentración del poder. Pero López Obrador ha evitado grandes déficits presupuestales y, con la ayuda del Banxico, se ha evitado una gran devaluación de nuestra moneda.

Dos diferencias entre estos presidentes saltan a la vista. La primera: Echeverría fue un creador de instituciones. Fundó el INFONAVIT, el CONACYT, el FONACOT, el IMCE, la Procuraduría del Consumidor, el ahora asediado CIDE, y muchas otras instituciones. Y, hay que recordarlo, con él se inició el desarrollo de Cancún, la joya del turismo mexicano en el Caribe.

La segunda: Echeverría le concedió una enorme importancia a las relaciones con el exterior. Cuando inició su mandato, percibió que al gobierno de Nixon le tenía sin cuidado la pretendida “relación especial” que supuestamente había existido entre México y Estados Unidos desde la segunda guerra mundial. Reaccionó con un intenso esfuerzo de diversificación, naciendo lo que se dio en llamar una “política exterior activa”.

Desde luego, no logró reducir la dependencia económica de Estados Unidos, pero estableció relaciones con China, e intensificó los lazos con Japón, y países de Europa, Asia, África y América Latina, entonces dominada por gobiernos militares. Un día descubrió el valor de la ONU para proyectar una política exterior a favor de los países del Tercer Mundo, y hasta acarició el sueño de convertirse en su Secretario General.

Echeverría concentró el poder en su persona, aún más que sus predecesores. Eligió libremente a su sucesor, José López Portillo, quien no tenía un grupo para apoyarlo. Algunos pensaron que se gestaba un Maximato. Pero una vez entregada la banda presidencial, el poder de Echeverría se diluyó rápidamente. Su sucesor lo enviaría a la UNESCO, y después un poco más lejos, a Australia y las islas Fiji. Una vez en la silla presidencial, López Portillo gobernó a sus anchas sin la sombra de su predecesor.

La mayor tara para el desarrollo de nuestro país ha sido la debilidad del estado de derecho. En México, los ciudadanos y los gobiernos violan con demasiada frecuencia la ley, o la ajustan a sus designios. Con la notable excepción de Ruíz Cortines (1952-1958), todos los gobiernos han enmendado la Constitución de 1917 para adaptarla a su propio programa político, a su ideología, y hasta a sus caprichos. Cuando no han sido capaces de enmendar la Constitución, muchos presidentes la han ignorado cuando ha convenido a sus intereses.

Pero en México hay una ley absolutamente inviolable: la no reelección presidencial. Esa ley es la clave de la estabilidad nacional porque, más allá del cambio de partido en el poder, garantiza la circulación de élites y renovación sexenal del gobierno federal.

Esa ley ya lleva casi un siglo de existencia. Desde que León Toral terminó con la vida de Obregón el 17 de julio de 1928, impidiendo así su segundo mandato, en México la transferencia pacífica del poder ha sido la norma inquebrantable. No ha habido golpes de estado. Muy pocos países del mundo, incluyendo a los latinoamericanos y los europeos, pueden decir lo mismo.

La no reelección presidencial se respetó durante las siete décadas de la hegemonía priísta y los años del panismo en el poder. Sigue vigente hasta hoy. Ningún presidente ha intentado seriamente violarla porque saben que se enfrentarían con un muro infranqueable, empezando por sus colaboradores que aspiran a sucederlo.

La fuerza de una ley deriva de su aceptación y cumplimiento entre los miembros de la sociedad. En el caso de la No reelección no hay duda de que en México todos los actores políticos, económicos y sociales tienen absoluta certeza de que ningún presidente se puede reelegir o ampliar su mandato. Miguel Alemán exploró la forma de darle la vuelta a través de una prórroga de su gobierno, pero fue imposible, no tuvo el menor eco, como nos lo ha mostrado Soledad Loaeza.

La no reelección presidencial es quizá la única ley que se respeta en nuestro país. Es la clave de la estabilidad. Es lo más valioso que tenemos.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS
PROFESOR Y DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS ODS EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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