LA NUEVA ANORMALIDAD

¡Por Dios!

Es importante vivir en un mundo en el que nadie debe ser violentado por ser quien es, por eso la censura, en casos de violencia identitaria extrema, es justificable

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Ayer, dos noticias en apariencia menores me movieron a una reflexión sobre la censura y la libertad, válida no sólo para los países en que acontecieron los hechos sino, creo, para todo lugar.

En Francia, el Consejo de Estado, máximo tribunal administrativo, recusó la decisión del consejo municipal de la ciudad de Grenoble de permitir que las personas que nadan en las albercas públicas lo hagan con trajes de baño de cuerpo completo. La disposición tiene dedicatoria especial, y no para los adeptos del neopreno: el fraseo del veredicto –“Las nuevas reglas… socavan el tratamiento igualitario a los usuarios, con lo que la neutralidad de ese servicio público se ve comprometida”– apunta al debate sobre el burkini –el traje de baño que sólo deja a la vista el rostro, las manos y los pies, y que acostumbran muchas musulmanas–, uno de los temas recurrentes de encono identitario en aquel país.

Mientras, en la ciudad alemana de Kassel acaba de ser inaugurada la decimoquinta edición de la Documenta, una de las principales exposiciones de arte contemporáneo en el mundo, celebrada cada 5 años. Una de las piezas presentes es un mural transportable de tema antibélico –creación del colectivo indonesio Taring Padi– que, entre sus muchas imágenes de presunta denuncia de la violencia, ostenta la figura de un hombre que luce los peyot –o caireles– típicos de los judíos ortodoxos, junto con colmillos vampíricos y un sombrero con la insignia de la SS nazi. Ante la inconformidad de la embajada israelí y los tres niveles de gobierno alemán, los curadores han accedido a cubrir la pieza con la anuencia de los artistas, que han rechazado tener intenciones antisemitas y la han declarado, en su permanencia velada, “un monumento al duelo por la imposibilidad de diálogo en este momento”.

Los dos hechos guardan algo en común: un gobierno censura una práctica cultural con contenido religioso. Sin embargo, mi percepción de uno y otro casos no podría ser más distinta: por chocante que nos resulte en una sociedad de libertades el ocultamiento del cuerpo femenino intrínseco a la ortodoxia musulmana, la presencia de una mujer en burkini en una alberca pública no violenta a terceros ni atenta contra el derecho del resto de las y los nadadores a mostrar tanta o tan poca piel como la ley permita fuera de entornos nudistas; en cambio, por condenable que pueda resultar la política militar israelí, equiparar un estereotipo étnico religioso al vampirismo y dotarlo de los aparejos de una organización responsable de la muerte de millones de judíos es un acto discriminatorio y violento, por pacifista que se pretenda el contexto.

Me encantan las chicas en bikini y el arte contemporáneo, entre más provocador mejor. Pero más me importa vivir en un mundo en el que nadie sea violentado por ser quien es.

POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
@NICOLASALVARADOLECTOR

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