COLUMNA INVITADA

¡Amor que no se atreve a pronunciar su nombre!

La homosexualidad de Tchaikovski fue intuida cuando su niño abiertamente consciente de ella a los 32 años; secreto a voces en la Corte zarista

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El pasado 7 de mayo se cumplieron 182 años del natalicio de uno de los portentos musicales de la segunda mitad del siglo XIX: Piotr Ilich Tchaikovski.

Para la edición 2022 del prestigioso Festival de Cannes se decidió abrir con la película La mujer de Tchaikovski, del director Kirill Serebrennikov –por cierto, el único film ruso seleccionado– y que retrata desde los ojos de Antonina Miliukova –la esposa en cuestión– uno de los aspectos más humanos de la genialidad del compositor y que siempre le atormentó: homosexualidad.

La homosexualidad de Tchaikovski fue intuida cuando su niño abiertamente consciente de ella a los 32 años; secreto a voces en la Corte zarista. Siempre reprimida y, finalmente, castigada. Pocos saben que muchas de las obras del músico ruso fueron inspiradas y dedicadas a sus amantes masculinos. Por ejemplo, la intensidad ejecutada por los timbales aparejada con los momentos musicales más suaves y mejor conocidos de los poco más de 20 minutos de la Obertura de Romeo y Julieta no reflejan la pasión de los amantes de Verona, sino la que el autor sentía por su joven alumno Vladimir Chilovski.

En próximos días, el 28 de junio para ser exactos, se conmemorará el Día Internacional del Orgullo LGBT+, que nos recuerda una larga lucha en contra de las intromisiones del Estado y de las mayorías sobre los parámetros morales y de convencionalismos sociales en las orientaciones sexuales de los individuos. El filósofo Rodolfo Vázquez nos recuerda que, el principio de autonomía de las personas como la libre elección individual de planes de vida y la adopción de ideales de excelencia humana, sin la injerencia ni interferencia de terceros, sobre todo del Estado.

Al respecto, en un fallo histórico de la Corte Suprema de Estados Unidos, Lawrence v. Texas, determinó la inconstitucionalidad de leyes que penalizaba la sodomía y que permitía a la Policía invadir la privacidad de los domicilios ante la “sospecha” de que al interior se consentían relaciones homosexuales entre adultos.

Los parámetros de excelencia humana cuando los Estados pretenden establecerlos vulneran la autonomía de las personas. En la película británica Víctima (1961) se hace una denuncia a las leyes que sancionaban la homosexualidad, las mismas leyes que condenaron a Oscar Wilde a trabajos forzados por ir en contra de la hipócrita moral victoriana. La valiente denuncia fílmica logró que en 1967 se abrogara tal normativa. Pero aún parece inverosímil cómo apenas en 2020, el Estado de Maryland suprimía la ley de sodomía. El iusfilósofo australiano John Finnis en derecho, moral y orientación sexual hace un recuento de la imposición normativa en Europa sobre el patrón conductual correcto de la sexualidad durante el siglo XX y las cosas han cambiado en pro de la libertad gracias a fallos jurisdiccionales.

Pero el Estado y la sociedad ha hecho de personajes como Chaikovski o Wilde modernos Sócrates obligados a beber el amargor de la cicuta o del arsénico por el simple hecho de un amor que no se atreve a pronunciar su nombre.

La orientación sexual, mientras no afecte o dañe a terceros, es un asunto privado legitimado en la autonomía personal, que no debe importarle al Estado y, por ende, a nadie.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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