La elección más importante antes de la presidencial, es la del Estado de México el próximo año. Si bien su resultado no es determinante para los comicios del 24, si es un indicador del potencial de movilización de todos los partidos. Así lo fue en el 2017 cuando Delfina Gómez estuvo muy cerca de arrebatarles la gubernatura mexiquense en una clara señal de la tormenta electoral que se les vendría encima a panistas, priistas y perredistas encabezada por López Obrador.
En esta ocasión, de nuevo el denominado “grupo Texcoco” con Higinio Martínez, Horacio Duarte y la propia Delfina Gómez tienen la encomienda de armar de nuevo un bloque de poder electoral que les permita recuperar aquello perdido en el proceso electoral del año pasado, donde panistas y priistas revivieron de la tumba política para demostrar que aún poseen aparato y capacidad de movilización que los puede llevar a ser competitivos.
Mientras nadie duda de la capacidad y unidad de acción de los morenistas en el Estado de México, para la oposición el dilema de la alianza opositora sigue estando presente. La pregunta principal es si Alfredo del Mazo operará en favor de la estrategia que acuerde su partido, el PRI, o previendo una victoria morenista en el 24 hará lo mismo que Murat y Fayad subordinándose a la voluntad del Presidente de la República.
Por su parte para la posible alianza PAN-PRI-PRD, la decisión sobre quién deberá ser su candidato presenta la dificultad de que tanto Acción Nacional como el Revolucionario Institucional tienen argumentos para sostener que el elegido debe provenir de sus filas. Para los priistas, el hecho de que siempre han gobernado el estado y todavía poseen buena parte de la estructura territorial de control, se enfrenta al argumento panista de que únicamente una figura alejada del grupo Atlacomulco puede enfrentar al aparato político de Morena y su abanderado.
Si finalmente los aliancistas encuentran a esa figura unificadora y Del Mazo está dispuesto a jugársela con la opción opositora, Morena tendrá dificultades reales para superar una concentración de poder tan amplia cómo ésta. Pero de no construir este circulo virtuoso al fracasar en cumplir cualquiera de las dos condiciones -la unidad de los partidos ante su candidato y la cooperación con el actual gobernador- entonces Morena podrá superar ampliamente a las fuerzas desmembradas de partidos condenados a su paulatina extinción.
En el Estado de México no se juega la elección presidencial del 24, pero sí el futuro de un sistema político mexicano encaminado a convertirse de nuevo en un modelo de presidencialismo absoluto.
POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX
@EZSHABOT
MAAZ
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