COLUMNA INVITADA

Dedazo

Las buenas prácticas que dieron origen a las alternancias que han ocurrido en el ejecutivo federal durante este Siglo parecen haber inhibido el dedazo, dejándolo en los anales del siglo XX

OPINIÓN

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Abelardo Rodríguez Desales / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Durante la mayor parte del siglo XX se consolidó en México un régimen presidencialista a consecuencia de la hegemonía política que el PRI mantuvo durante décadas, lo que permitió la concentración del poder en una sola persona, negando así la posibilidad de contar con un régimen parlamentario, por ejemplo; el presidencialismo no es otra cosa que la centralización del poder en el titular del ejecutivo federal, también significa y representa otras cosas, pero en esencia es eso. Tal poder confería al presidente de la República en turno facultades discrecionales metaconstitucionales, incluida la elección de su sucesor.

La práctica presidencial de elegir sucesor, de entre de unos denominados “tapados”, se conoce en el argot político como dedazo, ésta permitía al gran elector definir no solo al candidato del partido oficial elegia también al presidente que lo sucedería.

La historia reciente parece mostrar que el último dedazo ocurrió en 1994 con la designación del sustituto del acaecido candidato Luis Donaldo Colosio, es decir, con el anuncio de que Ernesto Zedillo sería el candidato del PRI luego del magnicidio ocurrido en Tijuana; esto es, se designó al candidato y sucesor de Carlos Salinas.

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En la elección del año 2000, en un intento de sepultar la práctica del dedazo, el partido hasta entonces hegemónico decidió elegir su candidato a la presidencia de la República mediante un método innovador: el voto directo, abierto no solo a su militancia, también al escrutinio del electorado en general. Desde entonces no se ha cumplido con los eventos característicos de esta práctica: uno, elegir al candidato y dos, que ese candidato gane las elecciones. A pesar de que el PRI intentó democratizar su proceso interno de selección el PAN se hizo con la presidencia en los comicios de ese año.

En la elección de 2006 tampoco se cumplieron los distintivos del dedazo dado que, a pesar de que el PAN gana esa elección, el candidato de Vicente Fox no era Felipe Calderón, lo era su secretario de Gobernación Santiago Creel; cabe recordar que Calderón renuncia al gabinete de Fox, gana la elección interna para presidir el PAN y desde allí accede a la candidatura y al triunfo a la presidencia.

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En la elección presidencial de 2012 en la que el PRI regresa a la titularidad del ejecutivo federal tampoco se cumplen con tales eventos característicos, pues gana un candidato distinto al postulado por Acción Nacional; ocurre lo mismo en 2018 con el arribo de MORENA a la presidencia.

Las buenas prácticas que dieron origen a las alternancias que han ocurrido en el ejecutivo federal durante este Siglo parecen haber inhibido el dedazo, dejándolo en los anales del siglo XX. De hecho, las reformas electorales de los años noventa consideraron la regulación de los procesos internos de selección de candidatos de los partidos políticos, para que en sus estatutos se procurara democratizar sus métodos.

¿Perviviría una práctica así en la actualidad? Veremos.

POR ABELARDO RODRÍGUEZ DESALES
SOCIÓLOGO

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