MALOS MODOS

Los cuentos policiacos de Bradbury

Un pilar de la literatura distópica como Fahrenheit 451; dos o tres puñados de muy buenos cuentos de ciencia ficción

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Un pilar de la literatura distópica como Fahrenheit 451; dos o tres puñados de muy buenos cuentos de ciencia ficción –que son muchos, por supuesto–, los de Crónicas marcianas para empezar; otros tantos de fantasía, que era el género en el que etiquetaba el grueso de su obra; coqueteos bien cuajados con el terror, mejores aun cuando navegan en el terreno del terror psicológico, caso de esa genialidad con un probable bebé criminal que es “El pequeño asesino”, y una estimable novela con su punto de autobiográfica, 

El vino del estío. No es, vaya, que Ray Bradbury, muerto hace 10 años, en junio de 2012, tuviera un expediente olvidable, al que se suman guiones de cine y televisión, ensayo y poesía. Lo que pasa es que todavía puede engordar un poco. Al caballero se le daba también el policiaco, según podemos constatar en la novela La muerte es un asunto solitario, publicada en los 80, y, ahora, en Los muertos no resucitan, un libro recién puesto en circulación por Minotauro, la editorial de Bradbury en nuestro idioma, que se anuncia como la mejor antología de relatos de este género con la firma del autor. 

No es una forma injusta de anunciarlo: el libro es, en efecto, realmente bueno, al punto de que uno termina de leer con la certeza renovada de que, más allá de clasificaciones por género, está frente a un cuentista de primer orden. ¿Cuentos policiacos? Sí, aunque policiacos frecuentemente, digamos, mestizos, que aguantan bien la mezcla con la ciencia ficción o el terror. De todas maneras, el sello genérico es indiscutible.

Desde los 40, Bradbury, muy a la vieja usanza, publicó el grueso de sus relatos en las viejas revistas de detectives, esas publicaciones de tirajes enormes, precios muy bajos y materiales con calidades muy dispares, pero llenas de buenos autores. Aquí, las exigencias de aquellas publicaciones revisteras se notan, para bien. Son cuentos redonditos, autónomos, marcados siempre por el misterio como elemento de enganche y rematados a menudo con finales sorpresivos, juguetones, inquietantes.  

Sobre todo, Bradbury, como todos los buenos autores policiacos, sabe meter mucha literatura de la buena, de la, digamos, mainstream, en las estructuras de la que se hace para consumo masivo, y hacerlo de forma discreta, elegante. Así que, con un poquito de atención, Los muertos no resucitan se deja ver también como un catálogo extenso de apuntes notables sobre el horror del matrimonio, la alienación del trabajo diario, la dureza triste de los Estados Unidos profundos y la violencia inherente a todos los espíritus humanos, esa violencia emboscada, marrullera, que brinca inesperadamente con la menor provocación. 

Un libro, pues, realmente encantador, en todos los sentidos, que vale la pena tener en la mesa de noche. 

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09 

MAAZ