Nunik Sauret es una artista experta en atrapar instantes inefables y convertirlos en formas definibles. A través de los años, esta gran maestra de la gráfica mexicana y de la pintura, hacedora de libros de artista, investigadora, profesora excepcional, nos ha mostrado su interpretación visual de los sonidos, de las sensaciones o de las ideas, volcando en distintos soportes su versión del mundo silente, del iconográfico, del pictográfico antiguo y del moderno, logrando un cuerpo de obra que bien mirado, podría ser una versión de la historia del mundo entero.
A pesar de dominar cada una de las artes plásticas, es la gráfica la que ocupa el lugar más emblemático en su vida creativa; ésta fue la que sedujo irremediablemente a Nunik para que se convirtiera en una de sus intérpretes favoritas y la puso en un lugar preponderante para que fuera su embajadora. Resulta ser que un día de clases en la Escuela “La Esmeralda”, descubrió el poder del grabado cuando vio a uno de los maestros trabajando en el tórculo para sacar unas copias de Benito Messeguer, el artista español de la generación de los muralistas. De manera instantánea conectó con la gráfica y sintió una emoción enorme; a partir de ese momento quedó prendada del proceso, de los olores de la tinta, del capricho, de la impronta, y comenzó a buscar un taller donde aprender la técnica y trabajar en ello.
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En esa época los talleres de grabado y de litografía de La Esmeralda eran solo para egresados y Sauret aún cursaba la licenciatura, pero el maestro Ignacio Manrique daba algunos talleres por la tarde y le permitió entrar a experimentar. Sin embargo, solo se podía hacer grabado en puntaseca, linóleo y madera, así que buscó otro espacio para aprender más y crecer.
Entonces el Maestro Octavio Bajonero la invitó a trabajar en El Molino de Santo Domingo, un proyecto del que era fundador, que fue concebido para que los artistas interesados en generar obra gráfica tuvieran un espacio armónico, donde además pudieran convivir y conocer a otros artistas. Ahí Nunik invertía sus fines de semana, sobre todo los domingos, que era el mejor día de todos porque no había nadie más que ella. Este lugar fue muy importante para los artistas de un país ávido de expresar el talento y posturas políticas de una juventud inquieta, donde la reunión de intelectuales generaba nuevos conceptos y colectivos de artistas que, posteriormente, exponían sus ideas en común. México vivía un boom de la gráfica y era casi inevitable dejarse llevar por sus encantos.
Con los años, Nunik Sauret aprendió el mokurito y la mokuhanga entre otras cosas geniales, que son técnicas de estampación japonesa con algunas diferencias respecto a las de occidente y se dio a la tarea de convertirse en una experta para sentirse libre de manejarla con maestría. Total, que este es un panorama general de la vida y las razones por las cuales Nunik es una de las artistas más importantes de este país, que no es poco. Ella ha sido maestra, tutora, impulsora, investigadora y una gran emprendedora. Saber de arte es saber de nuestra propia historia, y si una de sus manifestaciones podría representarnos mejor como nación, es justamente el grabado. Por eso hay que reconocer a quienes nos han dado patria a través de su trabajo, a quienes nos han dado razones para sentir orgullo de ser mexicanos, y en especial a Nunik Sauret por el inmenso esfuerzo que ha hecho para que tengamos un futuro mejor a través del aprendizaje de las artes.
POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG
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