COLUMNA INVITADA

¿Cómo repartirse el mundo?

La construcción de imperios desde la Antigüedad hasta nuestros días es una constante de dominio, fuerza, brutalidad, soberbia, trascendencia y hasta locura

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Como expresión del desencanto que la humanidad le producía a un Julio Verne ya entrado en años, y ante la inminencia del desencadenamiento de la Gran Guerra, que ocurriría 10 años después de la muerte del escritor, publicó la novela Maítre du Monde, o El dueño del mundo.

El ansia de dominar a una humanidad descarriada bajo los propios parámetros de civilización, o bajo la misma moral autorreferente –como lo señala Carlos Santiago Nino–, es un deseo subrepticio que ha tentado a más de un ser humano y que algunos han intentado llevar a cabo.

La construcción de imperios desde la Antigüedad hasta nuestros días es una constante de dominio, fuerza, brutalidad, soberbia, trascendencia y hasta locura.

La conflagración más drástica y envolvente que nos resulta más cercana en el tiempo es la Segunda Guerra Mundial. Alemania se rindió a los aliados el 7 de mayo de 1945 ante el comandante en jefe de éstos, Eisenhower. Para un ego despóticamente gigantesco como el de Stalin, tal rendición no correspondía al enorme esfuerzo de guerra que la Unión Soviética realizó, menos aun cuando fueron ellos quienes tomaron Berlín, calle a calle.

Este posicionamiento tuvo dos consecuencias: el Día de la Victoria para la Unión Soviética es el 9 de mayo –una rendición especial de Alemania para con los rusos–, y con ello el dominio de la mitad de Europa. La fecha es simbólica: hace 77 años que acabó una guerra en la que se derrotó a un enemigo común que pretendió dominar el mundo occidental. Ahora, en 2022, se ensombrece el Día de la Victoria con una festinación más bien gris y dividida. Los viejos aliados, por un lado, y los rusos, por otro: los primeros en franco apoyo a Ucrania, y los segundos en embates bélicos en su contra.

En realidad, estaremos ante el resurgimiento del deseo imparable de dominar nuevamente el mundo, de dividirlo en esferas de influencia y de someter países nominalmente soberanos, pero materialmente débiles. Todo esto es un déjà vu, una espiral histórica reiterada.

¿Cuál es la base jurídica que justifica el reparto del mundo? El episodio histórico que reseña Hugh Thomas en su inconmensurable Conquista de México da la respuesta. En el proceso colonizador de España en América se instruyó a los encomendadores, procuradores, gobernadores y a toda la interminable lista de la burocracia española, para convencer a los jefes y caciques indígenas de que debían obediencia a un nuevo señor. La razón dada fue que así lo mandataba el papa Alejandro VI mediante la Bula de Donación de 1493, por la cual dividía el Nuevo Mundo entre españoles y portugueses. Al darle estas explicaciones a un cacique de la etnia cenú –oriundas del litoral colombiano–, respondió que reconocía sin problema al Rey de España como señor y a un Dios único. Pero sobre la decisión de dividir el mundo en dos, contestó que el que lo hizo debió estar borracho, “pues da lo que no es suyo”.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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