MALOS MODOS

La Bestia, de Carmen Mola

Los novelistas suecos, daneses y noruegos (Jo Nesbø, Camilla Läckberg, y por supuesto los padres fundadores

OPINIÓN

·
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Los novelistas suecos, daneses y noruegos (Jo Nesbø, Camilla Läckberg, y por supuesto los padres fundadores, Peter Høeg y sobre todo Henning Mankell) han logrado una especie de milagro invertido: convertir países que damos por democráticos, prósperos, justos y sobre todo pacíficos, los suyos, en el escenario de novelas muy, pero muy negras, pobladas de asesinos seriales, neonazis y traficantes de drogas.

Hagan de cuenta Ecatepec, Río o Nápoles nada más que con árboles, venados y buenas escuelas públicas. Como sabrán los aficionados al género, funciona: contra toda probabilidad, son novelas verosímiles que nos encandilan a todos, en todas partes. En cambio,

La Bestia, la historia con que Carmen Mola ganó el último Premio Planeta, no necesita de milagros invertidos, es decir, de reelaboraciones urbanas tan profundas. La trama tiene lugar en el Madrid del primer siglo XIX, es decir, en una ciudad azotada por el cólera, que es una ciudad, además, muy pobre, muy sucia y muy violenta, habitada por aristócratas corruptos, policías que para todo fin práctico son delincuentes, curas violentos o retorcidos y niños ladrones. También funciona. Funciona, de entrada, porque a Carmen Mola, el seudónimo que eligieron para escribir Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, con cuatro libros anteriores muy leídos, se le da bien el policiaco.

La referencia a la novela negra escandinava no es gratuita. Hay en La Bestia algo de lo mejor que se encuentra, antes que en nadie, en Stieg Larson, el de la saga Millenium: una secuencia de asesinatos terribles, de niñas que son literalmente despedazadas; personajes femeninos fuertes e inteligentes, con la protagonista, Lucía, una adolescente, a la cabeza; y personajes masculinos inexplicablemente entrañables, incluidos un reportero y un policía decadentísimo que, a priori, no deberían caerte bien, por perfectito y por nefasto, respectivamente.

Pero las similitudes con Larson conviven con diferencias igual de grandes, y esa es la otra virtud de este libro. Aparte de la eficacia para contar una historia policiaca, La Bestia se distingue por el retrato de época, un retrato costumbrista, a ratos casi ultrarrealista, de verdad bien logrado: ese Madrid infecto, charquiento, casi se siente mientras lees. Una virtud que es, hay que decirlo, muy española, si es que las virtudes literarias aguantan las banderas.

Da la impresión de que a Carmen Mola se le ha dado tan bien leer la gran literatura policiaca como la gran novela castiza, esa novela de calles miserables y personajes temibles y encantadores que, como sabemos, lleva algunos siglos entre nosotros, más o menos desde el XVI, cuando dio sus primeros pasos la picaresca, y con sus mejores momentos en el XIX, el de Pérez Galdós para empezar.

Buena genética, sin duda.

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09

MAAZ