COLUMNA INVITADA

El Amaneciendo

En el Amaneciendo se cultiva la tierra, se protege a la naturaleza, se hace comunidad, se inspira a la amistad, los amores y la magia de cambiar al mundo

OPINIÓN

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Diego Latorre / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México

Un abogado ambientalista, dos economistas: uno cineasta, el otro, chamán; y un aventurero, todos ellos libertarios, al más puro estilo de la Granja Brook, de Nathaniel Hawthorne en la Comunidad de Blithedale, crearon un recinto a mitad de la jungla, no como un experimento, sino como una forma de vida. Uno de ellos me dijo: “El capitalismo está tan exacerbado que no tiene más alternativa que devorarse a sí mismo, dentro de un mundo caótico que no tiene, probablemente, referentes”.

En el Amaneciendo se cultiva la tierra, se protege a la naturaleza, se hace comunidad, se inspira a la amistad, los amores y la magia de cambiar al mundo. En ese pedazo de selva, bautizado con la esperanza del “eterno nuevo día”, ilusiona creer en la congregación humana, aspiraciones colectivas, esfuerzo y trabajo mutuo, preservación y desarrollo.

La Tierra no es un planeta sin fin. Los recursos son limitados, y sin duda, el comportamiento humano ya alteró el equilibrio natural. Para unos ya ha llegado el punto de no retorno, el colapso social.

Europa incrementa su gasto militar y el resto del mundo finge cumplir o de plano, obvia, las metas de emisión de gases de efecto invernadero y la dependencia a los combustibles fósiles. La meta de contener el calentamiento global es una farsa, a las grandes potencias no les interesa; y en el camino, los procesos migratorios tanto en América Latina como de África y Medio Oriente se incrementan.

Pese al grito de auxilio, la explotación salvaje que ha destruido iniciativas sociales en beneficio de la avaricia, continúa.

Estamos lejos de ser humanos, de racionalizar nuestro comportamiento social en lo colectivo, y lo preocupante, además, es que ahora con esta historia del “capitalismo verde”, se establece una premisa falsa, pues también se provoca devastación en el medio ambiente y en lo social (por ejemplo, los niños esclavos en la extracción del Coltán).

Serán millones los que huyan de los lugares inhabitables. ¿Cómo contenerlos? Se cuestionan algunos. La vieja Europa ya se está “protegiendo” con numerosas medidas: fronteras militarizadas; vigilancia biométrica, pruebas de ADN.

Hoy, el Mediterráneo ha dejado de ser un mar de culto para vomitar sangre humana, como pasa en el río Bravo y en la frontera norte de México, que se ha convertido en un lugar de muerte y muros, como en Palestina y Gaza...

Abandonar a su suerte a miles de personas, sin considerar el motivo que las hizo huir de sus respectivos países: catástrofes naturales, guerras, masacres étnicas, religiosas, de género o sexual, es, sin duda, necropolítica.

En este mundo, que a pasos agigantados estamos destruyendo sin respetar el entorno, no nos queda más que preguntarnos, una y otra vez: ¿quiénes somos realmente cada uno de nosotros, todos nosotros? ¿Qué compromisos adquirimos para con las próximas generaciones?

El Amaneciendo, como algunos otros, son proyectos para que aprendamos a vivir y convivir con la autogestión, la solidaridad y el apoyo mutuo. Deberíamos repensar el concepto de federalismo, permitámonos una mayor interrelación entre estos espacios atemporales y procuremos una mejor cobertura de nuestras necesidades, sin devastar nuestro entorno.

Vista desde algún lugar en el inmenso cosmos, la Tierra no es sólo una pequeña mota azul, es un conglomerado de maniacos.

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ
SOCIO DIRECTOR DE LATORRE & ROJO, S.C.
@DIEGOLGPN

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