MALOS MODOS

Tokyo Vice

En los 90, esa década tan feíta desde muchos puntos de vista, un gringo de 19 años nacido en Misuri, Jake Adelstein

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En los 90, esa década tan feíta desde muchos puntos de vista, un gringo de 19 años nacido en Misuri, Jake Adelstein, tomó dos decisiones francamente peculiares, al menos para esos tiempos y esos lugares: irse a cursar la universidad a Japón y, a punto de terminar los estudios, hacer lo imposible por trabajar en los medios locales. Raramente, en un mundo –ahora nos enteramos–blindado sin fisuras al extranjero, rudamente jerárquico y conservador a ultranza, lo consiguió: se convirtió en el primer reportero no japonés del periódico más leído de ese país y es posible que del planeta, el Yomiuri Shimbun, con esos envidiables 15 millones de ejemplares de tiraje.

Más raramente, se hizo de un prestigio sólido como periodista de investigación, en un ambiente en el que, descubrimos también, se respetaba a cartas cabales esa costumbre –tan conocida en México– de copiar boletines y acatar versiones oficiales, sin concesiones a la suspicacia. Más raramente todavía, se abrió paso en el submundo criminal de Tokio, el de la vida nocturna cara y peligrosa, la mafia y los policías no siempre honestos. Esa es la materia prima de Tokyo Vice, un libro de memorias publicado en 2009 (hay traducción de Península) que le costó vivir dos años en calidad de protegido de la policía, amenazado por la yakuza, y que es a su vez la materia prima de la muy exitosa serie del mismo nombre que acaba de estrenar HBO Max. 

Brillante serie, por lo demás, y eso, en cambio, no debería resultarle raro a nadie, por varias razones. La primera es el nombre del productor ejecutivo y director de tres de los ocho capítulos, incluido el primero: Michael Mann, un realizador con una carrera no muy poblada de títulos al que, sin embargo, le debemos parte considerable de lo mejor del piterón cine hollywoodense de los 90 y los primeros 2000, como El último mohicano, Heat o Collateral, aparte de esa joya ochentera que es Manhunter, primera y probablemente más virtuosa aparición en pantalla de Hannibal Lecter.

Súmenle un muy buen elenco, con un par de figuras del cine japonés bien conocidas por estas tierras, casos de Rinko Kikuchi (la habrán visto en Babel, de Iñárritu, que le valió una nominación al Oscar) y Ken Watanabe, más la buena sorpresa de Ansel Elgort en el protagónico, convincente como ese reportero joven, desparpajado y carismático que logra echarse al bolsillo al bajo mundo japonés. 

Sobre todo, hay un guion impecable, poblado de personajes inopinadamente encantadores, sostenido en la estructura de un thriller sutil, contado sin prisas y con un retrato quién sabe si realista, pero sin duda verosímil, del Tokio de época. 

Si son de los que no tienen que chambear en Pascua y ya se hartaron del sol, aviéntense un maratón con los cinco episodios disponibles y esperen con paciencia, si la encuentran, los restantes. 

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09 

MAAZ