CAMPUS

Tendiendo puentes, cerrando heridas (a la Gloria Estefan)

El odio y la inquina social, lo mismo en México que en Estados Unidos, nos han hecho cruzar el umbral social que hubiera permitido estrechar lazos

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El 2024 será un año definitorio para la salud democrática de nuestro continente. El regreso de Trump y la continuidad del obradorismo —dos movimientos y corrientes de pensamiento que comparten ethos, filosofía y modus operandi— se vislumbra como un escenario factible. Si se concreta, estaremos frente al ocaso de la democracia liberal estadounidense y el afianzamiento en México de una autocracia populista sin parangón. Y los mexicanos cruzaríamos el umbral de la esperanza de retomar el sendero de la transición democrática.

Las similitudes del trumpismo con el lopezobradorismo, y los partidarios del MAGA con el morenismo, es a todas luces evidente y obliga a resistir y rechazar, sin ambages, las prácticas ajenas al Estado de Derecho. Trump obtuvo más de 70 millones de votos en los comicios de noviembre de 2020, un récord histórico para cualquier Presidente republicano. Parte importante de estos votantes se encuentra en la Cordillera de los Apalaches y son los estadounidenses relegados de la modernidad y estancados en la pobreza.  El olvido y las graves disparidades entre ricos y pobres los ha convertido en los destinatarios de la política populista de Trump y sus pulsiones autocráticas. La inequidad en la distribución del ingreso ha propiciado una gran suspicacia hacia las “élites liberales” que se inclinan por el partido demócrata.   

A lo largo del paralelo 20 norte, de este lado del mundo, la pobreza y las terribles disparidades en la distribución del ingreso han causado divisiones sociales difíciles de enmendar. Pero ahora, desde el poder, se ha originado una cruzada para vilificar a empresarios, a la clase media y a la sociedad civil organizada para responsabilizarlos por la desigualdad, la miseria y la falta de oportunidades, como si esta situación fuera un juego de suma cero, producto de la codicia y la falta de solidaridad de las clases acomodadas.  

La estrategia de dividir con base en prejuicios de clase, con la intención de generar un enemigo que sirva de herramienta de cohesión política ha sido una estrategia electoral exitosa. El odio y la inquina social, lo mismo en México que en Estados Unidos, nos han hecho cruzar el umbral social que hubiera permitido tender puentes y los que han buscado el más mínimo acercamiento han topado con pared. En nuestro país, sin embargo, la democracia es más frágil y la división social es mucho mayor: posiblemente, ya hayamos dado un paso sin retorno. La situación en México y el abismo que se ha generado entre ricos y pobres es abismal, y el encono entre clases es mucho más profundo que en nuestro vecino del norte.

Los académicos que estudian la realidad mexicana desde sus cubículos universitarios en el exterior tienen cierta proclividad a desestimar la perniciosa degradación institucional que se ha generado bajo el yugo obradorista. Generalmente los espejuelos que utilizan para tratar de entender la realidad nacional no les impide entender que enfrentamos un fenómeno inédito. No estamos lidiando con un político convencional que adolece de pulsiones autoritarias; lo que experimentamos en las dos semanas anteriores es que nos gobierna una clica de hampones electorales con absoluto desdén al Estado de Derecho. Esto nos pone en una situación de emergencia sin precedente.

La impericia del obradorismo en el quehacer gubernamental es de todos conocida, pero en las últimas semanas algo se rompió. La participación del secretario de gobernación en un mitin partidista junto al general que encabeza la Guardia Nacional evidenció sus verdaderos colores, y el peligro real e inminente que significa el Movimiento de Regeneración Nacional para nuestro endeble entramado democrático.

Decía Norberto Bobbio que la democracia es un régimen que exige ser intolerantes a la intolerancia. Y, hoy, las violaciones consuetudinarias a la ley, el empecinamiento por violar las reglas del juego en el gobierno federal o de la Ciudad de México también demuestran que  no es momento de construir puentes con el morenismo, sino levantar trincheras para defender el incipiente régimen democrático de México. 

POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO
@AECHEGARAY1

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