Después del desafortunado inicio en la relación entre Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador, las circunstancias le dan una segunda oportunidad al mandatario mexicano.
Biden hizo caso omiso de los desaires de López Obrador, desde el apoyo explícito a Trump con el viaje a Washington en plena campaña de reelección, la tardanza en reconocer el triunfo de Joe Biden o la insinuación de un posible fraude electoral. Sin embargo, pronto se empezó a sentir el sello de la nueva administración demócrata. Del entendimiento personal entre Trump y AMLO, hemos pasado a la construcción de la relación “predecible e institucional” planteada por Biden.
La reactivación del Diálogo Económico de Alto Nivel, la Cumbre de Líderes de Norteamérica y el Acuerdo Bicentenario para temas de seguridad constituyen el marco de referencia para conducir la relación bilateral. La firma del TMEC ofreció a México la continuidad del acuerdo comercial más benéfico para el país. Sin embargo, las acciones del gobierno mexicano han ido crecientemente en contra de los discursos. La falta de resultados en materia de seguridad y la contrarreforma energética están poniendo en riesgo la integración norteamericana que Biden ha buscado impulsar.
De ahí la intensidad del seguimiento a los acuerdos. En un año de gobierno Biden, las visitas de la vicepresidenta Kamala Harris; del secretario de Estado Anthony Blinken, acompañado del encargado de Seguridad Interior Alejandro Mayorkas y del Fiscal General Merrick Garland; de la secretaria de Energía Granholm y ahora del Subsecretario de Estado José Fernández han dejado sentir el peso del aparato gubernamental sobre sus contrapartes mexicanas.
México es importante para EU más allá de la retórica. Nos necesitan como socio confiable para contrarrestar el crecimiento de la economía china que rebasará la norteamericana en esta década.
Y con el escenario de guerra desatado por la invasión rusa a Ucrania, la integración regional es igualmente relevante para ellos y para México. Los mensajes de los funcionarios han sido claros. Tan sólo en los últimos días han manifestado sus preocupaciones en materia energética, sobre la violencia criminal y las muertes de periodistas en México.
Y esta semana la visita del subsecretario Fernández con una apretada agenda en temas económicos, laborales y financieros, así como encuentros con sociedad civil y sindicatos independientes. Todo ello en medio de los ataques rusos en Ucrania y la creciente tensión mundial.
López Obrador debería tomar nota. La ambigüedad de sus declaraciones ha sido enmendada por Ebrard y de la Fuente en la escena multilateral, pero Estados Unidos será menos tolerante al golpeteo obradorista y desvaríos ideologizados. La coyuntura está dando al presidente mexicano una nueva oportunidad para cerrar filas con nuestro primer socio comercial y, de paso, ponerse del lado correcto de la historia.
POR VERÓNICA ORTIZ
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MAAZ