ARTE Y CONTEXTO

El verde Scheele, un gran asesino victoriano

Primero que nada, imaginemos un mundo con una paleta de colores opacos y limitados, cuya obtención, además de costosa, era casi imposible

OPINIÓN

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Julen Ladrón de Guevara / Arte y Contexto / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hay varios mundos cautivadores dentro del universo de la pintura, y uno de los más fascinantes es el del color. La historia de cada uno de ellos se remonta a distintos momentos de la humanidad; algunos son hijos de la casualidad o fueron concebidos calculadamente y con esmero. Sin embargo, hay colores cuya aparición provocaron grandes muertes y tragedias.

Primero que nada, imaginemos un mundo con una paleta de colores opacos y limitados, cuya obtención, además de costosa, era casi imposible. En los tiempos de los césares, por ejemplo, el púrpura estaba prohibido para la gente común por lo oneroso y difícil que resultaba su producción, hasta que un día llegó la grana cochinilla del nuevo mundo y se abarató para siempre. Más o menos sucedió lo mismo con cierto tipo de azul que se fabricaba con lapislázuli, por eso aquello de “el que quiera azul celeste, que le cueste” que se instaló en el lenguaje mexicano a partir del virreinato. Sin embargo, ni el azul ni el púrpura eran peligrosos, pero en 1775 el químico sueco Carl W. Scheele creó un pigmento verde y brillante, al que bautizó con su nombre. 

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Para lograr el nivel de vibración de este color tuvo que agregar arsénico como aglutinante logrando tal éxito, que para la época Victoriana se puso de moda en toda Europa. Al igual que la poesía melancólica, el verde Scheele se instaló en el corazón de los fashionistas de esos tiempos, así como en el hígado, en la piel y en el sistema entero, provocando muertes lentas y penosas. Debido a lo esplendoroso de su belleza y a su bajo costo de producción, este color causó gran frenesí en la población más pudiente, por lo que se tiñeron las telas de los amplios vestidos de las damas de sociedad, los tapices de las habitaciones más elegantes, los tapetes de los salones, los cuadros de los artistas, las pieles para las cubiertas de los libros y todo lo que puedan imaginar. 

Al paso de los años, los médicos comenzaron a relacionar las tragedias acaecidas desde la aparición del verde Scheele con los abortos espontáneos, el cáncer de piel de las mujeres que pintaban las telas, las ampollas de modistas que diseñaban los obreros, los vómitos repentinos de los peleteros, los desvanecimientos frecuentes de señoras ricas o pobres, y las especialmente dolorosas muertes de los niños intoxicados por chupar o tocar los tapices de sus hogares. 

Por su parte, Cézanne, Renoir, Van Gogh, entre otros artistas, realizaron muchas de sus piezas usando este color y con las variaciones que vinieron después, como el verde París, tóxico también. Y si creen que estos peligrosos años quedaron atrás hace mucho, se equivocan, porque fue hasta 1960 que se prohibió su fabricación. Por eso es un milagro que la humanidad perviva hasta hoy, que tengamos cualquier color al mismo precio en una sola tienda de pinturas, que no perezcamos por desear una calidad de vida cromática mejor, y sobretodo, es un milagro tener la posibilidad de llenar nuestras vidas de belleza y de color, sin morir en el intento. 

POR JULÉN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG

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