EL CASCABEL AL GATO

La democracia como conflicto y la narrativa de la polarización

Tal vez no estamos viviendo una época de intensa polarización sino un momento que demanda discutir todo, expresar los conflictos que tanto tiempo estuvieron soterrados y que no alcanzaban expresión en las instituciones

OPINIÓN

·
Adrián Velázquez Ramírez / El Cascabel al Gato / Opinión El Heraldo de México

Hay palabras que buscan captar el sentido de una época. Si uno busca en los libros publicados en los últimos años, seguramente encontrará que la palabra “polarización” aparece en muchos de ellos. Se ha vuelto el nuevo mantra de politólogos, analistas y periodistas. La simple repetición de esta palabra vale como argumento: sin decir nada, busca explicar todo.

En el fondo de la cuestión encontramos la siguiente hipótesis: la principal amenaza a las democracias actuales es el estado actual de polarización social y política. El problema es que cuando estos argumentos se repiten irreflexivamente pasan a convertirse en un santo y seña que define bandos: los polarizadores contra sus víctimas. Extraña paradoja: la crítica a la polarización, polariza. Identifica a los rijosos y predica su exclusión.

En un momento de cambio de alcance global, vale la pena bordear esa paradoja y volver a pensar la relación entre democracia y conflicto. Uno de los problemas que tiene la narrativa de la polarización es que muchas veces presupone que la democracia es ausencia de conflicto. Entonces, cuando el conflicto encuentra una expresión institucional, los que abogan por esta narrativa sólo pueden interpretar esto como una amenaza y un peligro para las instituciones. Sin embargo, es todo lo contrario: la democracia es antes que nada una forma política que nos permite expresar nuestros conflictos, tramitarlos colectivamente y con ello convertirlos en insumos para transformar nuestras relaciones.

Lo que somos como colectivo, como sociedad, no es sólo lo que nos une sino también lo que nos divide. Esas divisiones son parte de nosotros y definen nuestra identidad tanto como aquello que compartimos. Somos también nuestros conflictos. El valor de la democracia es precisamente que opera bajo este supuesto y ofrece un marco institucional para que los conflictos de la comunidad se puedan expresar públicamente abriendo con ello la posibilidad de litigar y modificar nuestras divisiones.

La contracara de la narrativa de la polarización es que puede generar un abierto rechazo al conflicto. Esto se nota sobre todo en la facilidad con la que, dentro de la actual discusión pública, se termina enfatizando la forma y no el fondo. La victimización se convierte en un recurso de primera mano y, mal usado, se vuelve un obstáculo para expresar y procesar nuestros conflictos.

Tal vez no estamos viviendo una época de intensa polarización sino un momento que demanda discutir todo, expresar los conflictos que tanto tiempo estuvieron soterrados y que no alcanzaban expresión en las instituciones. Si la hipótesis es esta y no la del fantasma populista, la narrativa de la polarización se descubre como conservadora en tanto le impide a la democracia conectarse con el motor que la pone en movimiento: una sociedad que pone en común sus conflictos para resolverlos colectivamente.

POR ADRIÁN VELÁZQUEZ RAMÍREZ
COLABORADOR
@ADRIAN.VELARAM@GMAIL.COM

CAR