A veces nos parece muy lejano a nuestros días, pero el movimiento muralista está cumpliendo su primer centenario. La mayoría de los mexicanos ubicamos el nombre de Diego Rivera, de José Clemente Orozco y de David Alfaro Siqueiros, aunque no siempre sepamos que juntos componen la santa trinidad de la pintura nacional. Habrá quien además conozca más de uno de sus murales y quien los haya visto sin saber quién los pintó. Lo que sí nos queda claro de manera general, es que a través de su labor artística estos grandes hombres le dieron a México un lugar excepcional en la historia de la humanidad.
Por otra parte, los más familiarizados con el arte lo estamos con sus efemérides importantes y con sus protagonistas principales, por lo que sentimos que los muralistas y sus contemporáneos eran algo así como nuestros tíos y que murieron apenas ayer. Después de todo, conocemos a alguno de sus parientes o alguien cercano a nosotros sostuvo una conversación con ellos. De hecho, mi padre tenía una foto con Rivera en la Casa Azul de Coyoacán, donde varios años después yo jugaba con los gatos que vivían en el patio, cuando ya era un museo.
Lo que pasa es que el tiempo es relativo, así como la percepción de la vida y nuestra noción de la historia en lo individual y como país. Por eso cuando hablamos de temas fundamentales para los mexicanos como el colonialismo europeo o el movimiento Muralista, tenemos que ser críticos y renovar la información con una perspectiva madura, accesible a más personas, generando nuevas formas de divulgación y, sobre todo, revisando la historia sin dolor, porque nos hemos vuelto muy chillones de unos años para acá.
La revisión y actualización de esta parte de la historia me parece igual de importante que la del arribo de Colón al territorio americano, tanto por la coyuntura que estamos viviendo como por las heroínas y los héroes que hemos olvidado; por los que hemos omitido y que dejaron un legado para todos pero que no lograron colarse en las planas del relato oficial.
Si lo vemos bien, la relación que tenemos con el muralismo es reflejo de la relación que tenemos con nuestro concepto de país. Por eso propongo que aprovechemos el año completo para generar nueva información, escribirla de modo atractivo para interesar a las nuevas generaciones y platicar lo interesante que resultan sus obras de caballete o las que pintaron en una pared. Conocer la historia es conocernos a nosotros mismos y aprender a cuidar nuestro patrimonio tangible, intangible y también el emocional.
POR JULÉN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG
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