COLUMNA INVITADA

A propósito de energía

El análisis de los escritos de Einstein revela la existencia de una fuerza más grande que la energía del universo

OPINIÓN

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Paz Fernández Cueto / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

La teoría de la relatividad no fue el mayor descubrimiento de Einstein, así los revela una de sus cartas privadas pertenecientes a “la colección de documentos” que atesora la Universidad Hebrea de Jerusalén, convertidos en una fuente valiosísima para adentrarnos en el lado humano del genio que logró revolucionar la física, en el siglo pasado. A finales de los ochenta, fueron donadas mil cuatrocientas cartas a esta universidad para ser publicadas 20 años después de la muerte del Nobel alemán, ocurrida en 1986.   

Hace unos años que circula una carta de Einstein dirigida su hija primogénita Lieserl, cuya existencia es un misterio oculto en la sombra de la historia. Es muy poco lo que se sabe de la vida tan corta de esta niña, quedando también en duda la autenticidad de esta carta, supuestamente dirigida a ella.  Lo más probable es que Einstein no la haya escrito. Lo único cierto es que, al acercarse el final de sus días, el análisis de sus escritos revela la existencia de una fuerza más grande que toda la energía del universo, la fuerza que se genera a través del amor. Ahora que la discusión gira en torno a la energía -entre cuestionamientos y disputas que, lejos de unificar, generan división-, me permito replicarla.

“Mi querida hija,

Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron. Y lo que te revelaré ahora para que los transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo. Te pido, aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación: 

Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que, hasta ahora, la ciencia no ha encontrado una explicación formal, es una fuerza que incluye y gobierna todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros.  Esta fuerza universal es el amor.

Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo, olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas, el amor es luz dado que ilumina a quien lo da y lo recibe.  El amor es gravedad porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras, el amor es potencia porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela, por amor se vive y se muere, el amor es Dios y Dios es Amor.  Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida, esta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo ya que es la única energía que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. 

Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre: Si en lugar de E=mc2 aceptamos que la energía para sanar al mundo puede obtenerse a través del amor, multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe porque no tiene límites. 

Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar al mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta. 

Quizá aún ni estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta.  Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quintaesencia de la vida. 

Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida.  Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón pero, como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que, gracias a ti, he llegado a la última respuesta.

Tu padre: Albert Einstein”

POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO
PAZ@FERNANDEZCUETO.COM

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