Usar el concepto techo de cristal para referirse a las barreras invisibles, siempre me ha parecido peculiar.
Me parece una losa, de ésas de hormigón, compuesta por varios elementos; la imposibilidad de escalar hacia cierta posición es uno de ellos. Pero también pesa el cansancio que representa una doble jornada, la del ámbito laboral y doméstico, la imposibilidad de tener una conversación de carrera. La poca empatía de managers -incluso de Recursos Humanos- que dan a elegir entre la carrera o la familia.
A la vista de las cifras que son públicas, las mujeres activas en el mercado laboral tienen grandes y variadas dificultades para escoger -con plena libertad- cómo quieren llevar su vida profesional. Este es el meollo del asunto: crecer, pero con un alto costo en lo personal y lo laboral. Seguimos en una era en que justificamos la libertad emocional y creemos que la igualdad en casa y en el terreno profesional, es utópica.
En México, por ejemplo, cada mujer pierde 5 mil 761 pesos mensuales por la labor que realiza en casa, de acuerdo con datos del Inegi y las labores no se dividen por igual.
Necesitamos mejorar tanto el diseño como la ejecución de estrategias de igualdad en las organizaciones. Por ejemplo, a través de conversaciones de carrera empáticas, donde las mujeres expresan el escenario que viven y también pueden recibir retroalimentación de otras personas a quienes consideren role model.
Una plática profesional oportuna puede cambiar el tipo de decisiones que tomamos, como mujeres. El 81% por ciento de los trabajadores que cuentan con una visión personalizada por parte de su empresa, en torno a sus metas, gestión de carrera, entrenamiento, evaluación frecuente sobre su desempeño, reporta una mayor satisfacción laboral y se amplía la posibilidad de permanecer en un empleo, alerta la Encuesta de Escasez de Talento de ManpowerGroup.
No obstante, la Encuesta Nacional de Bienestar Autoreportado del Inegi advirtió que, en México, 13.3 por ciento de la población con empleo subordinado asegura que sus opiniones no son escuchadas.
Por ello, necesitamos evaluaciones de desempeño, pláticas organizadas de manera que la mujer tenga libertad de exponer, cuestionar, ser escuchada, desde una real empatía de cómo armar un plan profesional que la empodere, no que la ponga en disyuntiva.
POR IVONNE VARGAS
INTEGRANTE DEL BOARD LATAM WORKFORCE INSTITUTE
CAR