CAMPUS

Pero qué necesidad, ay, para qué tanto problema

¡Ya no puedo más! Le espetó el presidente a un grupo de periodistas, que lo acompañaron por un tour palaciego organizado para mostrar la frugalidad

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¡Ya no puedo más! Le espetó el presidente a un grupo de periodistas, que lo acompañaron por un tour palaciego organizado para mostrar la frugalidad en la que vive el primer mandatario. Su declinación al gobierno llega tres años tarde: el daño infligido al erario y a la hacienda pública tardará décadas en revertirse.

Concluirá la quinta glaciación sin que se hayan cubierto siquiera las pérdidas por la cancelación del aeropuerto en Texcoco. La desesperación del presidente es inocultable. La perorata matutina que había fungido como una herramienta para fijar agenda ha sido sustituida por una sesión de catarsis frente a su pueblo. Ya sea narrando la épica de la Doctora Gutiérrez-Müller para recuperar el penacho o por la epifanía de que por jugar al Mishima Mexa sus hijos no pudieron recibir una educación de calidad y ser funcionales al margen de las dádivas del morenismo.

Para su staff, que no se quiebre a media conferencia, es considerado algo formidable. Es inquietante que el presidente esté tan perturbado y de tan mal humor. El resentimiento que le produjo el no haber logrado una carrera política en el priísmo se ha contagiado a amplios sectores que han quedado al margen del desarrollo, han padecido carencia y culpan por ello a las élites empresariales, académicas e intelectuales.

Cuando las sociedades se dividen profundamente y el pluralismo se decanta en la polarización política de los partidos, la solidaridad social se pone en peligro, al igual que el compromiso con las normas democráticas, la justicia social y el constitucionalismo liberal.

A ese proceso se suma también el emprendimiento populista del presidente, que promueve la desconfianza y el resentimiento contra el "status quo”, la "oligarquía" y los extranjeros. Las identidades sociales y el resentimiento generan una dicotomía política de amigo-enemigo y generan animadversión entre los grupos sociales.

El resentimiento es más aceptable que la envidia, por lo que se le utiliza como herramienta de discusión política, pero nunca es un
instrumento del desarrollo social.

Frente a la narrativa presidencial, México necesita tender lazos sociales que perduren en el tiempo y generen vínculos de confianza que permitan el avance económico y democrático del país. Necesitamos una sociedad solidaria que construya una verdadera identidad nacional que trascienda clases y grupos sociales.

La operación cicatriz para iniciar el periodo de reconciliación tras el fracaso del morenismo tiene que fomentar el intercambio entre personas de orígenes diferentes y características sociales diversas. La pregunta es si la oposición será capaz de hilvanar esa narrativa paralela en lugar de caer en el juego de polarización obradorista.

Ante el cansancio de AMLO y el agotamiento de su gobierno, es necesario construir puentes que unan a los mexicanos y que nos permitan avanzar al futuro. En las democracias ninguna victoria es definitiva y México tiene que

retomar su camino hacia delante, para volver a aspirar a un futuro con educación de calidad y un crecimiento económico que permita que todos los mexicanos, sin excepción, puedan alcanzar mayores niveles de bienestar sobre la base de su propio esfuerzo. Ya hemos retrocedido suficiente y no hay necesidad de seguir circulando en reversa.

POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO
@AECHEGARAY1

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